Conocimiento de Si Mismo (78) Capítulo XXIV: Las 8 subdivisiones de la técnica yóguica

El sistema de Yoga expuesto en los Yoga-sutras de Patanjali se llama Astanga, palabra sánscrita que significa ‘con ocho ramas o miembros’ o sean ocho subdivisiones. Este número, así como la naturaleza de las subdivisiones, varía en los diferentes sistemas de Yoga. El Aforismo 11-29 enumera las ocho subdivisiones así:

Yama (restricciones), Niyama (observancias de auto-disciplina), Asana (postura), Pranayama (regulación y control del aliento), Pratyahara (abstracción), Dharana(concentración), Dhyana (contemplación) y Samadhi (trance). Consideremos brevemente cada una de estas prácticas para tener una idea general de la técnica Yóguica. Pero antes respondamos a una posible pregunta: la de si son etapas progresivas en la práctica Yóguica, o si son técnicas independientes que pueden practicarse separadamente.

Por su misma índole, es evidente que existe cierta relación de orden entre ellas. Por ejemplo, la Concentración, la Contemplación y el Trance deben practicarse en este orden, pues son tres etapas progresivas del proceso de Meditación (Samyama). Similarmente, las Restricciones, Observancias, Postura, Regulación y control del aliento, y Abstracción, también deben practicarse en este orden porque el buen éxito en cualquiera de estas técnicas depende de un dominio por lo menos parcial de las prácticas precedentes. Uno no puede, por ejemplo, practicar bien Pranayama si no ha adquirido cierto grado de dominio sobre sus emociones y deseos por medio de Yama Niyama. Y el proceso triple de Meditación no puede practicarse sin completo dominio del cuerpo físico y eliminación de por lo menos los deseos ordinarios que ejercen gran presión sobre la mente. Pero el que no quiera entrar en la práctica sistemática de la Yoga avanzada, puede practicar cualquiera de las técnicas aisladamente, aunque lo encontrará difícil. Pronto se dará cuenta de que tiene que extender el área de su esfuerzo y atender también a las otras prácticas. En todo caso, las trataremos aquí en el orden en que las da este Aforismo.

Las Restricciones y Observancias colocan el cimiento de la vida Yóguica. Tienen por objeto edificar un carácter recto y un estado mental recto, los cuales son indispensables para la práctica seria de la Yoga. No está bien definida la línea de demarcación entre Restricciones y Observancias, porque ambas tienen por objeto transmutar la naturaleza inferior en un instrumento puro, armonizado, sereno y bien controlado, del Yo Superior. Producen este resultado por medios diferentes, pero el objetivo es el mismo.

Los dos Aforismos que describen las características y estados mentales que hay que desarrollar para formar el cimiento moral, intelectual y espiritual que se necesita para el adiestramiento Yóguico, dicen así:

Las restricciones son: abstenerse de violencia, de falsedad, de hurto, de incontinencia y de codicia. (11-30).

Las Observancias son: pureza, contento, austeridad, estudio de sí mismo, y entrega a Dios. (11-32).

Para el estudio detallado de estas prácticas puede consultarse cualquier comentario sobre los Yoga-Sutras. Aquí consideraremos apenas unos pocos puntos de interés general con respecto a ellas.

Aunque estas prácticas tocan con diferentes aspectos de nuestra naturaleza y desarrollan diferentes características y actitudes, no debe olvidarse que la vida del hombre no puede dividirse en compartimientos, y que todos los aspectos de nuestra naturaleza están entrelazados estrechamente y no pueden considerarse aisladamente. El problema de nuestra mente y carácter hay que encararlo como un todo, aunque momentáneamente le prestemos atención a un aspecto particular para corregir alguna flaqueza o tendencia. Tampoco debemos limitamos en esto a las flaquezas comunes a que se refieren estos dos Aforismos. Por ejemplo, no supongamos que el hecho de que la ira, los celos, etc., no se mencionan específicamente en estos dos Aforismos quiere decir que podemos caer libremente en estas debilidades humanas. Si tal hiciéramos, toda la energía que se expresa en ciertas tendencias bien marcadas abriría nuevos cauces y produciría una cosecha de tendencias indeseables que no creíamos tener. Lo cierto es que las dos cualidades de Pureza y Contento incluidas entre las Observancias, cubren la mayoría de las tendencias indeseables tales como las que se mencionan específicamente entre las Restricciones, de modo que si desarrollamos bien la Pureza y el Contento tendremos un carácter y una mente bien redondeados y no disparejos.

Otro punto que anotar es que para desarraigar las tendencias indeseables no se necesita mantener una vigilancia introspectiva minuciosa. Las instrucciones pueden seguirse sin razonar o analizar nuestras motivaciones. Por ejemplo, si nos sentimos tentados a mentir no necesitamos ponernos a debatir mentalmente si las circunstancias particulares justifican una mentira, ni buscar por qué motivo queremos mentir, ni tratar de ver cuál es la condición de nuestra mente en ese momento. Simplemente echamos a un lado todo pensamiento falso y decimos o hacemos lo justo, sin vacilar. Para lo cual no se necesita sino estar conscientes de nuestras actividades y tendencias mentales, y si nos hemos resuelto a hacer siempre lo que es justo, podremos hacerlo sin dificultad. Es por eso que Patanjali no nos deja ningún resquicio por el cual escaparnos, al decirnos en el Aforismo 11-31 que hay que observar estos votos bajo cualesquiera circunstancias, sin permitir que ninguna duda o vacilación interfiera con nuestro obrar o pensar o sentir lo que sea justo.

Esta naturaleza inferior nuestra es una entidad muy astuta que se inventará estratagemas de todas clases para engañarnos e inducirnos a seguir por caminos torcidos. Le presentaré a nuestra mente toda clase de justificaciones para obrar mal; se pondrá una capa de rectitud para tapar motivos y actos esencialmente torvos; disfrazará de amor el odio, y tratará de engañarnos de muchísimos modos si tenemos la costumbre de vacilar, debatir o hacer componendas con lo malo. Esto es lo que ha producido el mito de un diablo que siempre está tentándonos y haciéndonos pecar. El remedio es preciso y eficaz: Decidirse de una vez por todas a hacer siempre lo justo y no hacer compromisos con lo malo o torcido, sean cuales sean las circunstancias y las consecuencias. Si nos sostenemos en esta decisión por algún tiempo, veremos cuán pronto desaparece de nuestra vida hasta la tentación a obrar mal, y hacer lo justo llega a ser lo más fácil y lo más natural.

Dudar, vacilar y debatir con la mente, no sólo retarda el cumplimiento de lo justo sino crea constante conflicto interno que endiabla la vida de los que se permiten ciertas componendas con el mal una que otra vez. Incluso en el mundo externo encontramos un fenómeno psicológico muy común:

Que los que hacen compromisos con lo malo son siempre tentados por otros a cometer delitos de varias clases y grados, mientras que a los que no hacen tales compromisos los dejan tranquilos. Un hombre dañado que tiene la costumbre de aceptar sobornos, encontrará siempre personas que lo tentarán a obrar mal por un poquito de dinero, mientras que nadie molestará a un hombre realmente honrado e incorruptible. Existe una ley moral oculta que siempre está regulando la vida por doquiera, y las circunstancias externas de cada cual reflejan casi siempre sus estados mentales y sus actitudes internas.

El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:





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