Conocimiento de Si Mismo (63) Capítulo XX: Naturaleza de la Devoción - 5
8) La devoción que se asocie con deseos personales egoístas, toma tres aspectos según el adorante caiga en una de las tres clases: la de los dolientes, la de los que buscan el saber, o la de los que ambicionan riquezas o cualquier otro objetivo mundano. (56)
9) Los verdaderos devotos son los que no tienen en mira sino un fin; son sencillos de corazón. (67).
Estos dos aforismos trazan la diferencia entre las dos clases de devotos. Los de la primera clase son devotos del Señor pero tienen en mira algún fin ulterior y su devoción está contaminada en diversos grados por sus deseos egoístas personales. No aman a Dios por Él mismo sino para obtener de Su gracia algún beneficio personal. Los de la segunda clase no tienen en mira absolutamente ningún fin egoísta. Aman a Dios porque no puede hacer otra cosa. Él es la Vida de su vida, el Centro de su conciencia, que los atrae de un modo irresistible, inexplicable y exquisito y ellos no pueden por menos que entregarse completamente a esa atracción inatajable. No hay ningún motivo ulterior; sólo el gozo de amar a Dios. No hay otro deseo que el de encontrarle y unirse a Él. La madre que ama a su primogénito y está lista a sacrificarlo todo por él, ¿puede decir por qué lo ama? El que ama a otro ser y se olvida por el momento de sus propios deseos y comodidades, ¿puede decir por qué le ama? Y sin embargo estos amores humanos no son sino reflejos de reflejos.
Están basados casi siempre en asociaciones de vidas anteriores, aunque tras ellos está también el lazo espiritual que une entre sí a todos los fragmentos del Todo, y también la afinidad entre Mónadas que las junta en estos mundos en anticipación y preparación de sus amorosa colaboración en los inmensos dramas en que tendrán que actuar en el lejanísimo futuro.
Si estos reflejos de reflejos puede evocar semejante alto grado de abnegación en seres humanos ordinarios inmersos en las ilusiones e intereses del mundo inferior, ¿podemos imaginar el carácter y la intensidad de aquella entrega y devoción que el devoto siente cuando se ha elevado sobre las ilusiones y limitaciones de la vida ordinaria para ofrecerse con todo el amor de su corazón a los pies de su Señor? A estos devotos se refiere el segundo de estos dos aforismos.
El primero de estos dos aforismos, que se refiere a los devotos cuyos incentivos no son del todo inegoístas, es de importancia, no en gracia de la clasificación satisfactoria, sino porque llama nuestra atención a las etapas inferiores de devoción. Provoca una cantidad de preguntas con respecto a esas etapas que debemos tratar de comprender a fin de poder utilizarlas como peldaños ascendentes hasta superar esas etapas y alcanzar el nivel de devoción absolutamente desinteresada a que se refiere el otro aforismo.
Consideremos las tres subdivisiones de devotos de segunda clase señaladas por el 8° aforismo. Para formarnos una mejor idea de ellas podemos referirnos a los versículos 16, 17 y 18 de la estancia 7 del Bhagavad-Gita. En el versículo 16 se divide a los devotos en las siguientes clases: Primera, los atribulados que acuden a Dios en busca de auxilio. Segunda, los que Le buscan por el conocimiento, ya inferior, ya superior. Tercera, los que Le buscan para alcanzar objetivos de varias clases en este mundo, placeres o dichas. Y cuarta, los sabios que Le buscan por amor a Él y sin ningún motivo ulterior. Esta clasificación se basa n la doctrina Hindú de las Gunas que no necesitamos discutir aquí. El que quiera estudiarlas en mayor detalle puede leer la estancia 14 del Bhagavad-Gita.
Lo que nos interesa aquí no es clasificar a los devotos sino ver el papel de las etapas primeras de devoción en la vida del aspirante. Pues prácticamente todos tenemos que empezar por esas etapas y trepar por todos los peldaños inferiores hasta llegar a la etapa superior a que se refiere el aforismo 9°, Por largo tiempo tenemos que permanecer en las etapas de devoción interesada, y por tanto debiéramos tratar de comprender las y utilizarlas para acrecentar la intensidad de nuestra devoción y librarla de la mancha de egoísmo.
Notarán ustedes que en el versículo 18 de la estancia 7, Shri Krishna no habla con desdén de las tres primeras clases de devotos. Los llama ‘nobles’, pero agrega naturalmente que los más caros a Él son los de la cuarta clase, los sabios que le adoran por puro amor. No dice que no atenderá a los llamados de los que le buscan por el conocimiento, ni al de los que en su aflicción acuden a él en busca de auxilio, ni al de los que le buscan por cualesquiera otros alicientes egoístas personales.
Observen esta magnanimidad, esta generosidad de corazón, este amor que responde no sólo al dolor de los afligidos sino incluso a los deseos de los que quieren saborear los placeres ilusorios de este mundo. Esta última respuesta la considero la más sublime de todas y realmente Divina. Aún nosotros que estamos cegados por las ilusiones y el egoísmo, podemos conmovernos ante el dolor y la miseria, y responder en diversas medidas a peticiones de auxilio; pero solamente Dios y los que a Él se asemejan pueden responder a toda petición sincera de auxilio, sea cual sea. Nadie puede quedar fuera de los brazos magnánimos y amorosos de Dios. Tal como una madre no puede rehusarle un juguete o una golosina a su niño, tampoco Dios puede rehusarle a las almas parcialmente desarrolladas las cosas de este mundo que piden para su satisfacción y crecimiento guardémonos, pues, de desdeñar a las almas jóvenes que necesitan los placeres ordinarios del mundo para su crecimiento. Aunque no podamos complacer sus peticiones de ayuda, podemos adoptar la actitud justa y no pensar de ellos con menosprecio.
¿Dudamos de que Dios atienda al llamado de cualquier individuo por lo que desee? ¿No sabemos que existe una ley que opera en el campo de los asuntos humanos y otorga a cada cual lo que desea, tarde o temprano? No es posible obtener inmediatamente cualquier cosa que queremos, pero la obtendremos finalmente si continuamos deseándola y hacemos los esfuerzos necesarios. Somos hijos del Altísimo, y por ello nuestra voluntad debe ser respetada y cumplida a la larga aunque se exprese bajo la ilusión en forma de deseo.
Podemos desear cosas ilusorias y sufrir en consecuencia, pera eso no importa. Es parte de nuestra educación y gradualmente nos hará desear las cosas justas, y al final no las cosas mismas sino a Dios. Él solo es la Fuente real y única de toda verdadera felicidad que equivocadamente buscamos en las cosas.
Pero volvamos a nuestro punto: ¿Cuál es la significación real de estos dos aforismos a la luz de lo que Shri Krishna dice en el Bhagavad-Gita; acerca de los que le buscan y le aman aunque sea con un motivo ulterior? Creo que nos indica claramente que debemos aprender a acudir a Él para lo que queramos, aunque al principio nuestros deseos sean egoístas. Pues de ese modo darnos el primer paso hacia Él. No importa si lo que le pedimos es que satisfaga nuestros deseos ordinarios. El mero hecho del pedírselo indica que hemos empezado a confiar en Él y a depender de Él. En esta actitud de confianza y dependencia está el gran secreto del desarrollo del amor a Él. Cuando más confiemos en Él y dependamos de Él, más crecerá nuestro amor, más se transformará lenta y firmemente nuestro deseo por cosas ordinarias en deseo por Aquel que provee a todas nuestras necesidades. Hay una alquimia Divina en este proceso. Discutiremos más detalladamente esta cuestión en el capítulo siguiente sobre los medios de desarrollar la devoción. Entre estos medios el que ocupa posición principal es Ananyata o ‘depender solamente de Dios’, a que se refiere el aforismo 10.
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