Conocimiento de Sí Mismo (54).- Capítulo XVIII: Lo Real Del Mundo Que No Vemos - 2

La Doctrina Oculta, que se basa en la experiencia directa de grandes Adeptos y no en mera especulación filosófica, explica y reconcilia la existencia de ambos mundos, el de la materia y el de la mente. Declara inequívocamente que estos dos mundos son expresiones de un mundo real en el cual ambos tienen sus raíces, mundo que al diferenciarse produce fenómenos basados en la relación sujeto-objeto. Afirma que es posible trascender el mundo fenomenal y conocer el mundo real que proyecta sus sombras en estos fenómenos. Cuando vemos sombras en la pantalla cinematográfica, y nos interesamos en el tema, es porque estas sombras han sido producidas por hombres y mujeres y niños reales que produjeron la película. Sabemos también que el drama que se está representando corresponde a situaciones reales que pueden encontrarse en la vida humana. El interés que ponemos en la película se debe a estos hechos relacionados con nuestra vida, y no al mero paso de las sombras sobre el telón.

Esto no da una clave para comprender por qué le ponemos tanto interés al mundo irreal e impermanente en que vivimos y nos movemos. Ese interés se debe a que los fenómenos de este mundo son las sombras de realidades que están dentro de nosotros aunque invisibles. Eso mismo le imparte la sensación de realidad a estas sombras, y nos hace tomarlas por reales hasta que descubrimos que no son sino sombras. El mundo ilusorio es la sombra de un mundo real. Y cuando emprendemos la tarea del Descubrimiento Directo, lo que hacemos es tratar de prescindir de las sombras para percibir la Realidad que proyecta esas sombras sobre nuestra conciencia.

Si ignorantemente corremos tras una sombra, y de repente nos damos cuenta de que no es sino una sombra, ¿por qué perturbarnos? Esa sensación de quedar como en un vacío, que a veces nos sobreviene cuando apunta el Discernimiento, se debe en parte a la ilusión, y ha de pasar a su debido tiempo.

Debiéramos alegrarnos de que sea perturbada nuestra complacencia, y agradecer esta oportunidad para apartar nuestros ojos de la sombra y levantarlos a la Realidad que está produciendo esa sombra. Cuando un niño ve moverse sobre el suelo la sombra de un avión, inmediatamente levanta sus ojos al cielo para ver el avión que está proyectando esa sombra. Asimismo, cuando vemos que la vida en torno nuestro es una serie de fenómenos que son sombras, debiéramos tratar de buscar dentro de nosotros la Realidad que produce esos fenómenos; pues es desde el centro de nuestra conciencia que se proyectan esas sombras hacia fuera.

Reflexionar profundamente sobre la naturaleza de esta Realidad que pintan las Escrituras y las declaraciones de Místicos y Ocultistas, puede darnos algún incentivo para sondear en nuestro interior y explorar en los pliegues recónditos de nuestra mente. Pero generalmente no ocurre así porque nuestro interés está principalmente en el plano intelectual. Necesitamos realmente desarrollar una potente atracción hacia la Vida Divina dentro de nosotros, que nos impela hacia ella y nos dé el poder motriz necesario y del cual por lo general carecemos. Esta atracción o fuerza motriz no es otra cosa que amor a Dios, BhaktiPor tanto, si queremos sentir dentro de nosotros un potente anhelo espiritual, hemos de desarrollar primero amor hacia aquello que queremos descubrir. Este amor, combinado con pensamiento profundo, estimulará nuestra facultad Intuitiva, Buddhi. Y al desarrollarse Buddhi e infiltrarse en nuestra mente, no sólo empezarán a resolverse todos nuestros problemas sino que nuestra vida interna comenzará a desenvolverse firmemente.

Es apenas necesario señalar que ese amor o Bhakti es la que un fragmento de la Divinidad siente hacia otros fragmentos o hacia el Todo del cual se derivan esos fragmentos. Es una atracción que se siente porque esos fragmentos están envueltos en cubiertas separadas de mente y materia. Ese amor es el reverso de la fuerza que mantiene separados a esos fragmentos en la manifestación. De modo que por su misma índole este amor tiende a sacarnos fuera de lo manifestado para que así reconquistemos nuestra integración, en la cual seremos conscientes de nuestra unidad con el Todo y también con los demás fragmentos de ese todo. También puede señalarse que esta integración o reunión de los fragmentos va siempre acompañada de felicidad o gloria o alegría, las cuales son palabras que denotan lo mismo a niveles diferentes. Cuanto más profundo sea el nivel en donde se alcanza o se siente esa unidad, más bella y exquisita será la experiencia resultante.


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