Conocimiento de Sí Mismo (53).- Capítulo XVIII: Lo Real Del Mundo Que No Vemos.

En el capítulo anterior discutimos el problema de despertar dentro de nosotros aquel verdadero impulso espiritual que se necesita para hollar el sendero del Descubrimiento Directo. Se sugirieron dos accesos a este problema. El primero depende de un examen minucioso y sincero de nuestra vida y del mundo que conocemos y en el cual vivimos. Esto tiene por objeto averiguar si es necesario que hagamos un esfuerzo decidido hacia un cambio en nuestra vida interna, en vez de flotar a la deriva con intentos débiles y fugaces que suelen degenerar en meras actividades de rutina corporal y mental.

El segundo acceso depende de un ferviente examen mental del otro mundo al que deseamos y esperamos entrar, a fin de darnos cuenta, si es posible, de aquello de que estamos privándonos por nuestra complacencia y satisfacción con este mundo actual.

Probablemente hemos visto ya en cierta medida, por lo discutido en el capítulo anterior, que el mundo en que vivimos no es lo que parece ser en la superficie, y que nuestra complacencia se debe a que no somos realmente conscientes de su verdadera índole. Tratemos ahora el segundo tipo de acceso, y procuremos comprender la índole del otro mundo al que podemos entrar. Ya vimos un lado, ahora tratemos de ver el otro. Por “comprender” no queremos indicar una plena conciencia, la cual vendrá mucho más adelante, sino una realización suficiente de que la vida en ese otro mundo es mucho más rica, real y vívida, que lo que aquí podemos concebir como una vida plena y feliz.

En algunos de los capítulos anteriores hemos discurrido sobre la naturaleza de los mundos espiritual y divino que se ocultan dentro de nosotros. Estos mundos son los que constituyen el mundo real al que todos los grandes Instructores espirituales nos invitan a entrar. A pesar del materialismo tan difundido en la actualidad, es tan copiosa la evidencia sobre la existencia de ese mundo real interno y la posibilidad de entrar a él, que quien la examina con mente abierta no sólo queda convencido de que ese mundo existe, sino también deriva de semejante examen una gran inspiración. Pero la facilidad de obtener esa convicción no significa que también podemos obtener una idea suficiente sobre la naturaleza de ese mundo real. Y ahí está el problema. Incluso los que han entrado a ese mundo no pueden dar una idea de su semejanza a los que apenas conocen este mundo irreal. Todo lo que pueden es dar testimonio de que existe ese mundo y de que todo ser humano puede entrar a él. Nada más. Esto es natural y se debe a que ese mundo está fuera del alcance del intelecto y para entrar a él es necesario trascender los niveles inferiores de la mente. Cualquier descripción que se intente ha de ser vaga, indirecta, simbólica, o expresarse por medio de negaciones. Esto puede servirle de excusa al escéptico para aferrarse a su agnosticismo, y al tibio para no hacer nada por liberarse de las ilusiones y atractivos de este mundo. Por eso la existencia y la índole de ese mundo real seguirá siendo un misterio, y sólo los que estén preparados para entrar a él podrán reconocer en esas descripciones vagas y veladas el llamamiento Divino a los exiliados para que regresen a su verdadero hogar.

Aunque es imposible dar una idea completa de la índole del mundo real, los pocos extractos que siguen, tomados de enseñanzas de Instructores espirituales, mostrarán lo inequívoco de sus declaraciones sobre la existencia de ese mundo real y la posibilidad de entrar a él para cualquier individuo que reúna los requisitos necesarios.

El abrirse de la flor es como el glorioso momento en que la percepción despierta; otorga confianza, saber, certeza. Sabe, oh discípulo, que los que han pasado por el silencio y han sentido su paz y han conservado su fuerza, anhelan que tú también pases por él” (Luz en el Sendero).

«Créeme, llega un momento en la vida de un adepto en que los rigores por los que ha pasado son recompensados mil veces. Para adquirir más conocimiento ya no tiene que pasar por el proceso lento y minucioso de investigar y comparar diversos objetos, pues está dotado de una perspicacia instantánea e implícita para toda verdad... El adepto ve, siente y vive en la mismísima fuente de todas las verdades fundamentales, la Esencia Universal y Espiritual de la Naturaleza, Shiva, el Creador, el Destructor y el Regenerador”. (Cartas dé los Maestros a A. P. Sinnett).

“El conocimiento más elevado, que nace de la conciencia de la Realidad, es trascendente; incluye la cognición de todos los objetos simultáneamente; abarca todos los objetos y procesos, pasados, presentes y futuros, y también trasciende al Proceso Mundial”. (Yoga- Sutras 111-55).

Podríamos citar cientos de extractos de las Sagradas Escrituras del mundo o de los escritos de Místicos, Ocultistas y Sabios, que indican no solamente la existencia de un mundo real oculto dentro de este mundo irreal, sino que dan testimonio también de que este mundo de Realidad está pleno de gloria y de conocimiento trascendental. Pero le toca al aspirante estudiar y pensar hondamente en tales indicaciones sobre las realidades de la vida interna, y, si posible, despertar su intuición de esta manera.

Aparte del testimonio de sabios y videntes, la Ciencia misma, si se la estudia con mente abierta, ofrece evidencias que muestran la existencia de un mundo más real dentro de nosotros. Vimos en el capítulo anterior, al estudiar el mundo físico y su naturaleza, que un número infinito de puntos que se mueven a tremenda velocidad producen en nuestra mente este maravilloso mundo que percibimos objetivamente a nuestro rededor como un mundo de formas, colores y exquisita belleza. Obviamente, es absurdo suponer que por sí solos esos innúmeros puntos en movimiento podrían producir semejante mundo. Lo único que pueden hacer es estimular nuestra percepción de tal mundo. Por tanto, debe existir dentro de nosotros algo mucho más real, independiente de esos puntos móviles. Similarmente, con respecto a la ilusión creada por la sucesión de estados que llamamos Tiempo, debe existir dentro del Universo y dentro de nosotros mismos un mundo de Realidad que se desenvuelve como fenómenos de Tiempo y Espacio. Todo ese inmenso panorama que muestra inteligencia y designios por doquier, y que vemos desenvolverse en torno nuestro en el espacio y en el tiempo, ¿puede ser únicamente el resultado del movimiento de puntos insensibles en diferentes modos y velocidades? No, y sin embargo ese es el absurdo ilógico a que se ve forzado el materialismo científico, y con el cual tiene que reconciliarse para justificar su búsqueda insensata de conocimiento y poder, sin preocuparse nada por los problemas fundamentales de la vida y sin tratar de profundizar en las causas productoras de los fenómenos naturales. El materialismo científico irá a cualquier extremo y aceptará cualquier cosa, antes que someterse a considerar la existencia de una Realidad oculta dentro del Universo, siquiera como una hipótesis tentativa.

El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:








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