Conocimiento de Sí Mismo (52).- Capítulo XVII: Lo Irreal Del Mundo Que Vemos - 3

Y sin embargo, piénsese por un momento qué impresión de realidad producen en nuestra conciencia estos puntos movientes. Si esto no es maya o ilusión, ¿qué es?

Cuando uno oye a la gente hablar acerca de estas realidades de la vida como si no fueran sino conceptos filosóficos, en completa inconsciencia de los tremendos misterios que nos rodean, recuerda la respuesta de un sabio Hindú a la pregunta sobre qué era lo más sorprende del mundo. Respondió sin vacilar que la más grande sorpresa era que la gente veía morir a otros en todas partes y a toda hora, y no pensaba en que la muerte vendría también para su propio cuerpo. El sabio mencionaba solamente un aspecto del misterio, pero realmente se refería al misterio total de la vida y a la ilusión que nos hace ver la vida muy diferente de como es en realidad.

Creo que es suficiente lo que he dicho acerca del método de investigar por líneas científicas, y que podemos ahora considerar otro método relacionado directamente con nuestras experiencias cotidianas. Este fue el método adoptado por los sabios del pasado para examinar la naturaleza de la vida y del mundo en que existimos. Examinaron con desprendimiento la vida humana corriente, y encontraron que no era lo que parecía ser. Al joven que entra a la vida con la floración de sus deseos juveniles, generalmente la vida le parece un lecho de rosas. Pero al avanzar en años, las rosas van desapareciendo, y empieza a ver que la vida es una mezcla de alegrías y dolores; entonces, para gozar de las alegrías está dispuesto a soportar y tolerar los dolores también, hasta el final de su vida; con lo cual crea karmas de toda clase en cada encarnación, y permanece atado a la rueda de nacimientos y muertes. Ahora bien, este concepto de la vida humana está basado en un punto de vista superficial. Si se examina la vida a la luz de Buddhi, cuando el verdadero discernimiento ha nacido dentro del alma, se la ve de un modo completamente nuevo; y la conclusión basada en esta visión más profunda puede formularse como lo hace Patanjali en su bien conocido sutra 11-15:

“Para el que ha desarrollado el discernimiento, todo es miseria ocasionada por las penas que produce el cambio, la ansiedad y las tendencias, y también por los conflictos entre el funcionamiento de las gunas y los vritis de la mente”.

Este Sutra es el eje sobre el cual gira la teoría de los Kleshas desarrollada en el capítulo segundo de los Yoga-Sutras. No es necesario discutirla aquí, pero sí creo que debiéramos estudiarlo individualmente y a cabalidad para llegar a una conclusión propia. No tenemos que aceptar este Sutra sólo porque se encuentra en un tratado que se considera de autoridad; pero sí recapacitar sobre él y procurar darnos cuenta de su significación real, encarándonos sin temor con los hechos.

¿Es Patanjali el único sabio de la antigüedad que tuvo ésta concepción externamente pesimista acerca de la vida humana?¡No! Todo gran Instructor que ha venido a librarnos de los lazos de las ilusiones y de las limitaciones de la vida inferior, para conducirnos a los reinos del Espíritu, se ha apoyado en ese mismo punto. Veamos por ejemplo, la siguiente cita de La Luz de Asia que muestra muy claramente la vida y las enseñanzas del Buddha:

“La Primera Verdad es la aflicción. ¡No os engañéis! La vida que apreciáis es prolongada agonía:

Sólo quedan sus penas; sus placeres son como aves que se posan y vuelan.

Dolor al nacer, dolor en los aciagos días; olor en la fogosa juventud, y dolor en la madurez; Dolor en los álgidos años grises y la agarrotante muerte.

Todo eso constituye y llena vuestra lastimera vida”.

La enseñanza total del Buddha está impregnada por esta idea de que la vida que creemos conocer no es lo que parece ser en la superficie. Es ilusoria, impermanente y llena de aflicción, y por tanto debemos tratar de trascenderla siguiendo el método que él trazó en su Óctuple Sendero.

También en La Voz del Silencio está pintado muy gráficamente el estado de ignorancia en que vivimos, como lo muestran las siguientes líneas:

“Tres Vestíbulos, oh fatigado peregrino, conducen al término de las fatigas... El primer Vestíbulo es el de la Ignorancia, Avidya. Es el Vestíbulo donde viste esta luz, donde vives y morirás. Si quieres cruzar a salvo este primer Vestíbulo, no dejes que tu mente confunda los fuegos de lujuria que allí arden, con la luz del Sol de vida... Los sabios no se regodean en los prados de los placeres sensuales; los sabios no escuchan las voces halagadoras de la ilusión. La mariposa atraída por la deslumbrante llama de tu lámpara nocturna, está condenada a perecer en el viscoso aceite. El alma que imprudentemente deja de luchar contra el demonio burlón de la ilusión, regresará a la tierra como esclava de Maya... Observa las huestes de almas: mira cómo se ciernen sobre el mar tempestuoso de la vida, y cómo caen exhaustas, sangrantes, con las alas rotas, en las encrespadas olas una tras otra! Sacudidas por los huracanes, acosadas por el vendaval, son arrastradas a los remolinos y desaparecen dentro del primer gran vórtice!”

El Bhagavad-Gita también está lleno de frases que señalan la naturaleza ilusoria e impermanente de esta vida en que es envueltos y de la cual podemos liberarnos por medio del conocimiento y la devoción. Los versículos que siguen pintan las ilusiones creadas por nuestros deseos y falta de discernimiento:

“Como la llama es sofocada por el humo; como el espejo es cubierto por el polvo; como el embrión es cubierto por el amnios, así este (el conocimiento de nuestra verdadera naturaleza) es cubierto por él (el deseo)” (111-38).

“La sabiduría es cubierta por ese constante enemigo del sabio que toma la forma del deseo insaciable como el fuego”. (111-39).

Los sentidos, la mente y la razón, son su sede; y al en volver con ellos a la sabiduría, aturde al morador del cuerpo”.

(111-40).

Estas pocas citas arrojan alguna luz sobre el primer problema que ha de encarar todo aspirante, a saber: el de realizar directamente la verdadera naturaleza de nuestra vida ordinaria. De esta realización brotará la fuerza motriz que lo capacitará para tomar las medidas justas para superar estas indeseables condiciones, con fervor y no como cuestión de rutina. Centenares de citas parecidas podrían tomarse de las Escrituras de todo el mundo o de las enseñanzas de los grandes Mentores de la humanidad; pero no es necesario. Lo que se necesita no es familiarizarse con estas verdades que por lo general son bien conocidas de los estudiantes de la Sabiduría Divina, sino realizar directamente que son verdades efectivas concernientes a nuestra vida corriente. Esta realización es fundamentalmente diferente del conocimiento o creencias ordinarias. Pertenece a la conciencia y no al pensamiento. No es fruto del pensar o del entender, sino de la iluminación de la mente por la luz de Buddhi, indicada por la palabra sánscrita Viveka.

Podría preguntarse si esta conciencia se puede desarrollar con sólo recapacitar sobre el aspecto ilusorio de la vida como se indicó arriba. No necesariamente; pero esta manera de pensar con seriedad, persistencia y profundidad estimula nuestra facultad Intuitiva al iniciar movimientos en el campo de la Mente superior, y como resultado, la luz de Buddhi puede infiltrarse gradualmente hasta la mente e iluminarla. La oración intensa y ferviente puede ayudar mucho a este proceso, y se la puede combinar con el pensar profundo. La combinación de pensamiento profundo y emoción intensa es muy eficaz para estimular la facultad Intuitiva, porque el pensamiento y la emoción con dos aspectos de la IntuiciónOtro medio disponible es el uso de un mantra; los Hindúes por ejemplo, usan el Gayatri Mantra para estimular la facultad Búddhica. Pero es claro que lo que produce resultados no es la repetición mecánica de un mantra como cuestión de rutina, sino su repetición bajo condiciones mentales y emocionales apropiadas.

Puesto que la iluminación de la mente por la luz de Buddhi depende del estado de la mente en cuanto a pureza, tranquilidad y armonía, también la condición general de la mente es un factor importante en este problema, y no se puede pasarla por alto. La vida no puede dividirse en compartimientos sellados, ni esta cuestión del Descubrimiento Directo puede acometerse a retazos; pero sí podemos comenzar con unas pocas cosas sencillas y gradualmente ampliar el campo de nuestro esfuerzo.

Cualesquiera que sean los medios que usemos, nuestro objetivo debe ser el de adquirir conciencia de la índole irreal de la vida en que estamos envueltos. Esta conciencia puede producir una sensación como de vacío en las primeras etapas; puede parecernos como que la vida no merece vivirse si se nos quitan todos nuestros intereses mundanos y se nos deja como colgando en el vacío. Pero eso no es sino una fase temporal que pasa tan pronto como la luz de Buddhi se hace más clara y fuerte. Debernos estar preparados a encararnos con los hechos de la vida, y no dejar que nuestras mentes se escapen de ellos aunque nos parezcan muy desagradables o terribles al comienzo de este proceso de Descubrimiento Directo. Recordemos siempre que a la luz de Buddhi veremos la naturaleza ilusoria de nuestra vida ordinaria, y también empezaremos a sentir nuestra vida real que está oculta bajo la vida ilusoria. Por tanto esta fase desagradable debe pasar paulatinamente y dar lugar a otra en la que sentiremos dentro de nosotros mismos un aflujo peculiar de fuerza y paz y gozo aunque al mismo tiempo seamos conscientes de lo ilusorio e impermanente de todas las cosas entre las cuales vivimos y nos movemos y trabajamos. 

Descubrir este aspecto ilusorio e irreal de nuestra vida ordinaria carecería de todo sentido si no hubiera escapatoria de esta vida. En cuyo caso lo mejor que podríamos hacer sería olvidarnos de todas estas cosas y como el avestruz enterrar la cabeza en nuestros placeres ordinarios y en nuestros empeños mundanos. Que es lo que tratan de hacer y tienen que hacer los que no creen en una vida interna del Espíritu. Sería necio privamos innecesariamente de los empeños y placeres triviales que la vida nos ofrece, si no hubiera nada mejor a nuestro alcance. Pero felizmente la vida que conocemos no es la única vida que hay. No es la verdadera vida del alma. Una vida mucho más grande e infinitamente más real, nos espera, y nuestro destino es encontrarla algún día. Está oculta dentro de nosotros, en el centro mismo de nuestro ser, tras los repliegues de nuestra mente, bajo esta misma vida ilusoria que es tamos viviendo.

¿Qué puede ser más lógico para los que creen en la vida del Espíritu, que tratar de retirar los mantos que cubren esta Realidad interna? ¿Qué puede haber más necio que dejar que esta Luz siga oculta y vivir en tinieblas, en ignorancia y aflicción, mientras un océano de Sabiduría y Gloria nos rodea literalmente? 

En el capítulo siguiente trataremos de penetrar mentalmente en el mundo real e interno que está oculto en nuestro interior y al que todos los grandes Instructores espirituales nos han invitado a entrar, de modo que la inspiración que logremos obtener de semejante vislumbre nos dé el incentivo adicional que necesitamos para tratar de entrar con todo fervor en ese mundo real que nos espera.


El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:






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