Conocimiento de Si Mismo (40) Capítulo XIV: Intelecto e Intuición

En capítulos anteriores hemos tratado ya sobre las funciones del intelecto y de la intuición. Pero como no es fácil distinguir entre unas y otras y se las suele confundir, conviene examinar un poco más esta cuestión y esclarecer la relación que hay entre el intelecto y la intuición, y también sus diferencias. A la confusión que hay a este respecto se debe mucho del estancamiento de nuestra vida espiritual y del exagerado énfasis que se pone generalmente en el valor del conocimiento intelectual en lo referente a religión y filosofía. El mero conocimiento revestido con el ropaje de religiosidad, se toma equivocadamente por espiritualidad. Muchos aspirantes se contentan con las satisfacciones superficiales del conocimiento intelectual, y no se dan cuenta de que el falso sentido de seguridad que derivan de semejante conocimiento es ilusorio y puede desaparecer completamente ante cualquier cambio pequeño en sus circunstancias externas. Una adecuada comprensión de la relación entre el intelecto y la intuición nos capacitará para evaluar correctamente el conocimiento intelectual y buscar una base más estable y confiable para lo que llamamos vida espiritual.

Antes de proseguir, detengámonos un poco en la palabra ‘intuición’, la cual, debido al nebuloso significado que suele dársele, resulta demasiado débil y anémica para referirse a una facultad que es de la máxima importancia para descubrir la Realidad que llevamos dentro. En mi concepto, ha sido un error adoptar la palabra ‘intuición’ para indicar esa facultad. Esa palabra le sirve al filósofo Occidental cuya filosofía es más que todo académica y no acepta sino a medias la posibilidad de conocer algo de las realidades de la vida en un sentido más hondo que el que permite el instrumento intelectual. Por consiguiente, la palabra ‘intuición’ le sirve muy bien para su propósito, porque mantiene vaga e indefinida esa posibilidad, y todavía más vaga e indefinida la facultad de la In tuición.

Pero conforme a la filosofía Oriental el intelecto es un instrumento muy ineficaz para el conocimiento, y sólo es posible saber cuando la mente o la conciencia se fusionan con el objeto que se quiere conocer. Este conocimiento o saber o realización ‘por fusión’, es directo, vívido, dinámico y no está sujeto a engaño o error. Se necesita, pues, otra palabra con una connotación más precisa para designar la facultad por cuyo medio se alcanza semejante realización. La palabra ‘Buddhi’, tan frecuente en la literatura Teosófica, es más satisfactoria pero tiene la desventaja de que en la filosofía Inda se aplica a un gran número de funciones de la mente, tales como la percepción, el discernimiento, la razón, etc. Hace falta, pues, una palabra más adecuada para denotar esta facultad para alcanzar conocimiento directo. Pero como la introducción de una nueva palabra con este fin podría aumentar la confusión, usemos por ahora la palabra ‘Intuición’ recordando siempre sus limitaciones e insuficiencia.

Para tratar de comprender las funciones del intelecto y de la intuición, y los diferentes tipos de conocimiento que se obtienen por medio de ellas, empecemos por una experiencia del plano físico que sirve para ilustrar estas diferencias.

Supongamos que entramos a la sala de un museo en una noche oscura a investigar lo que hay allí. Avanzamos a tientas, cautelosamente, entre los diversos objetos, tocándolos, palpando sus diferencias, y así tratamos de descubrir lo que son. Tocamos la pata de una mesa y sacamos en conclusión que es un objeto cilíndrico largo. Luego tocamos su tapa y rectificamos nuestra opinión: es una superficie plana. Así seguimos de un objeto a otro, anotando mentalmente su condición y su posición en la sala. Mientras estamos en este proceso investigativo, la tenue luz de la aurora comienza a inundar la sala y nos permite ver débilmente los diversos objetos que están allí. A medida que la luz aumenta, los vemos mejor, hasta que todos se nos revelan clara y fielmente en sus proporciones correctas sin que tengamos que movernos de donde estamos. La investigación que hacíamos en la oscuridad es análoga al funcionamiento del intelecto; y el observarlos a plena luz es análogo al de la Intuición. Por tanto podemos decir en términos generales, que la Intuición ve las cosas de un modo directo, justo, total y correcto, mientras que el intelecto las ve en forma indirecta, parcial e incompleta.

Lo primero que cabe señalar acerca de las funciones de la Intuición es que no se refiere tanto a los hechos como a sus relaciones mutuas y su importancia. Sabiduría, fruto de la iluminación de la mente por la luz de la Intuición, es esencialmente la capacidad de ver los hechos en su propia perspectiva y con su verdadera importancia. Una mente llena de hechos, aunque estos sean ciertos, puede no ser inteligente si no está presente la luz de la Intuición que coordine esos hechos y muestre su verdadera importancia. El progreso de la Ciencia moderna, y especialmente el descubrimiento de la energía atómica, ha mostrado muy claramente los peligros que conlleva el desarrollo del intelecto sin un desarrollo correspondiente de la Intuición que añade sabiduría al conocimiento.

Un ejemplo simple nos aclarará como la percepción de una nueva relación entre los hechos puede alterar por completo su significación. Supongamos que un bebé es raptado y crece sin que sus padres vuelvan a saber de él. Ese hijo ya crecido resulta trabajando como sirviente durante años en la casa de sus verdaderos padres. Un día el padre descubre que ese sirviente es su hijo. Este descubrimiento cambia por completo la relación entre ellos. Nada se ha agregado a los hechos pero el descubrimiento del parentesco modifica por completo la importancia de esos hechos y cambia fundamentalmente su relación. Esa es la manera como la Intuición puede cambiar completamente nuestras actitudes y en consecuencia nuestra vida, sin que hayan cambiado las circunstancias externas.

Veamos unos pocos ejemplos del inmenso cambio que puede ocurrir en nuestra vida y actitud, como resultado de descubrir una nueva relación en el curso de nuestro desenvolvimiento interno. Tomemos primero la relación entre el alma individual (Jivatmay Dios (Paramatma). Esta relación es uno de los mayores misterios de nuestra vida, que sólo se resuelve por completo en la última etapa de la evolución humana como dice tan bellamente Luz en el Sendero: «Pide al íntimo, al Uno, su secreto final que guarda para ti a través de las edades’». Pero aunque la solución completa de este misterio no se alcanza sino en la última etapa, en el umbral mismo del Nirvana o Liberación, el misterio empezamos a sentirlo desde una etapa muy anterior en nuestro desenvolvimiento espiritual. Y esta ‘sensación’ de misterio se muestra en verdadera devoción, amor o Bhakti, hacia la Fuente o Centro de nuestra existencia. Esta ‘sensación’ es el reflejo de la percepción intuitiva en la mente inferior, en varios grados, de aquella relación íntima que existe al nivel más profundo de nuestra existencia. Pero el reflejo de esa relación es suficiente para transformar en santo verdadero al pecador más empedernido.

Tomemos ahora otra relación de gran importancia en la vida más amplia del alma individual, a saber, la relación entre las diferentes almas. Puesto que todas son divinas en esencia y tienen en la Realidad Una el centro de su conciencia, el hecho de darse cuenta de su mutua relación depende de que perciban su propia relación con la Vida Una de la cual todas son expresiones diferentes. De suerte que el misterio de nuestra fraternidad se relaciona íntimamente con el misterio de nuestro origen divino. Esos dos misterios son en verdad dos aspectos de un mismo misterio. Se verá, por tanto, que la verdadera realización de la hermandad entre todas las criaturas vivientes depende de que realicemos la Paternidad de Dios y nuestra propia naturaleza divina. Mientras no se alcance esa realización, la fraternidad que en su verdadero sentido es un hecho en los planos espirituales, no puede significar sino apenas un ideal intelectual o a lo sumo un sentimiento de simpatía y sincera bondad hacia todos. Sólo en la medida en que sintamos nuestra naturaleza divina y la unidad de la Vida, podremos sentir y conocer la verdadera fraternidad.

El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:  

http://www.logiamdblavatsky.com/resources/Taimni_RenovacionDeSiMismo.pdf





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