Hemos dicho ya que la Intuición es el instrumento para reconocer verdades espirituales; pero vale la pena, por vía de ilustración, tomar una de estas verdades y mostrar cómo aparece en la conciencia física inferior. Tomemos, por ejemplo, la verdad de la Unidad de la Vida. Aquí abajo, en los planos inferiores, cegados por la ilusión nos vemos separados de los demás, aparte. Nos identificamos con nuestros cuerpos; nuestros intereses chocan entre sí, y por tanto peleamos y atropellamos a nuestro prójimo para alcanzar nuestros propios fines individuales. Pero a pesar de esta aparente diversidad y conflicto de intereses, algunos individuos están desarrollando gradualmente y en diversa medida cierta conciencia de paternidad, un sentimiento de simpatía hacia todos los seres vivientes; no pueden sentirse contentos con la satisfacción de sus propios deseos; su naturaleza íntima se niega a quedar satisfecha mientras no queden atendidas también las necesidades de sus prójimos. Al ver sufrir a otros, sufren con ellos en cierta medida, y cuando ven crueldad se sienten impelidos a acudir en ayuda del que la sufre. Sienten una verdadera simpatía y profunda preocupación por el bienestar de otros, que no deben confundirse con conceptos puramente ideológicos de fraternidad basado nada más que en el intelecto. Estos conceptos los vemos expresarse en el mundo moderno en los conflictos más terribles asociados con crueldad e insensibilidad del tipo más bárbaro.
¿De dónde nace ese sentimiento de simpatía y de parentesco con todas las criaturas vivientes? No del intelecto, el cual es la fuente misma de las tendencias separativas y egoístas. Lo que ocurre es que cuando el cuerpo Intuicional está eficientemente desarrollado y el Ego ha visto la unidad de la Vida en el plano Intuicional, este saber se infiltra gradualmente hacia la conciencia inferior donde brota como simpatía y ternura hacia todas las criaturas vivientes. Estas dos cualidades son tan características en todos los santos y sabios. En el caso de almas más jóvenes cuyo vehículo Intuicional no está suficientemente desarrollado y por tanto no han percibido esta Unidad en los planos superiores, es natural que no exista este sentido de unidad y simpatía y que el egoísmo y la crueldad sean sus modos normales de expresarse en su vida.
El grado en que se sienta esta Unidad de la Vida en los planos inferiores, dependen de dos factores. Primero, la medida en que el Ego haya desarrollado su conciencia en los planos superiores y su vehículo Intuicional. Y, segundo, el grado en que esté abierto el pasaje entre lo inferior y lo superior para que la luz y el saber de los planos superiores puedan llegar hasta la mente. El vehículo Búddhico puede estar bien desarrollado y la visión en los planos superiores puede ser clara; pero el pasaje hacia los planos inferiores puede estar tan obstruido por nuestro egoísmo y mezquindad y mundanalidad, que la luz del mundo superior se estrelle en vano contra los muros de la mente y no pueda evocar ninguna respuesta simpática. Aunque vivimos en la conciencia omniabarcante de Dios en los planos superiores, estamos inconscientes de nuestra índole Divina en los planos inferiores.
Una vez que se ha percibido la visión de la Unidad en los planos superiores, el modo de traerla a los planos inferiores de la mente consiste en apoderarse de esa mente y trabajar en su purificación, de modo que la luz de lo superior pueda brillar sin obstrucciones a través de ella. Pues así como el cuerpo Causal es un espejo que refleja la Mente Universal, también el vehículo Búddhico es un espejo que refleja la Conciencia de la Vida Universal que está inmanente en mundo manifestado y que resplandece en grados diferentes a través de todas las criaturas vivientes. Cuando más pulido esté ese espejo, con mayor plenitud se reflejará esa Conciencia Universal en una mente pura y armonizada.
Del estudio de las funciones de la Intuición mencionadas en estos párrafos, podemos obtener cierta idea acerca de esta facultad espiritual cuyo desarrollo anuncia el desenvolvimiento de nuestra naturaleza Divina y pone en nuestras manos una especie de brújula que nos ayuda a cruzar las aguas agitadas de la vida y llegar a la lejana costa de la Iluminación. Una de estas funciones que hemos visto es la capacidad de conocer directamente las verdades espirituales sin pasar por el proceso intelectual del raciocinio. El hombre en quien ha empezado a funcionar esta facultad, se vuelve consciente de estas verdades, simplemente. Este saber no le llega desde afuera, ni siquiera desde los planos internos por un proceso de transmisión del pensamiento, sino brota espontáneamente en su corazón como nacen las aguas de un arroyo. Puede ignorar de dónde le viene; puede ser incapaz de comunicarlo a otros; pero está ahí, y hay cierta certeza en ese saber de una clase que jamás se encuentra en el conocimiento que se adquiere por medio del intelecto. La mayoría de los sabios y santos que han aparecido de vez en cuando en el mundo no fueron eruditos, no aprendieron en libros; y sin embargo demostraron una percepción en los problemas fundamentales de la vida que los colocó muy por encima de sus contemporáneos.
Hay dos puntos que anotar acerca de este saber que viene del plano Intuicional. En primer lugar, no es conocimiento sobre los asuntos ordinarios, el cual es de la incumbencia de la mente. Por muy iluminado que sea un santo, si le presentamos un problema de cálculo diferencial, o le preguntamos algo sobre el mecanismo de un automóvil no podrá contestarnos bien a menos que haya estudiado especialmente esa cuestión. Adquirir conocimiento detallado sobre estas cosas es función de la mente y no de la Intuición. Y cuando una persona iluminada quiere saber algo acerca de esas cuestiones tiene que seguir el camino ordinario. Puede tener poderes superfísicos que le faciliten adquirir esos conocimientos, pero todavía eso está dentro del campo del intelecto y por tanto la persona tiene que trabajar con los poderes y facultades de la mente.
El conocimiento que viene por medio de la Intuición, se refiere a la vida y sus problemas fundamentales, a las relaciones esenciales de las cosas; es más semejante a una luz que ilumina la vida por dentro y en torno de nosotros. La Intuición nos da un sentido infalible de lo recto y lo falso, de la verdad y la mentira; nos permite ver todas las cosas en su propia perspectiva y en su esencia. Pero no elimina la necesidad de usar la mente mientras estamos activos en los mundos inferiores. Tengamos bien claro, pues, lo que puede y lo que no puede esperarse del desarrollo de esta facultad, y no confundamos la conciencia Intuicional con la omnisciencia.
El segundo punto que debemos anotar con respecto a la conciencia Intuicional es su naturaleza dual. Por un lado está conectada con fenómenos pertenecientes al intelecto, y por el otro con fenómenos relacionados con las emociones cuando la energía del plano Intuicional desciende a los planos inferiores, su modo de manifestarse depende del tipo de mecanismo por cuyo medio opera. Cuando opera en el campo del intelecto se refleja como conocimiento espiritual. Y cuando opera en la esfera de las emociones se refleja como amor espiritual. Es la misma fuerza en ambos casos, pero su expresión depende del mecanismo por cuyo medio opera. Este fenómeno es bien conocido en el campo de la ciencia física, donde la misma fuerza aparece en diferentes formas según el mecanismo por cuyo medio funciona. Una misma corriente eléctrica produce luz al pasar por una bombilla, y calor al pasar por un radiador.
En general, se ha visto que cuando la conciencia Búddhica empieza a desarrollarse en un hombre de temperamento emotivo, aparece como intenso amor en forma de devoción; mientras que en un hombre de tipo intelectual aparece como capacidad de ver con mucha claridad todos los problemas fundamentales de la vida. Al profundizarse ese amor o esa visión, surge gradualmente un nuevo estado de conciencia que generalmente llamamos sabiduría. Esta naturaleza dual de la Intuición es la que nos permite adoptar uno entre dos medios para desarrollarla: o por medio de la Devoción, ese intenso amor que se entrega totalmente al objeto de devoción, o por medio del Discernimiento, esa inteligencia inquisitiva que puede superar todas las ilusiones de la mente y entrar en contacto con la vida que está más allá de la mente. Esto no significa, desde luego, que el amor o la inteligencia sean suficientes por sí solos, sino que uno de estos dos aspectos de la conciencia predominará en las primeras etapas hasta fusionarse finalmente en un estado de conciencia que no es ni puro amor ni pura inteligencia sino una síntesis de ambos.
Buddhi es también dual, en otro sentido diferente. En los párrafos anteriores hemos estado tratando sobre una función de Buddhi que puede llamarse perceptiva, porque tiene que ver con la percepción de las cosas, con verlas en el sentido espiritual. Podría decirse que es una función pasiva que corresponde a la función de los Jnanendriyas en el campo mental. Incluso cuando se expresa como amor espiritual, esta función es esencialmente perceptiva puesto que el amor espiritual depende de la percepción de la Unidad de la Vida, ya sea directa o indirectamente como se la perciba. Pero Buddhi tiene también una función activa que corresponde a la de los karmendriyas en el campo mental. Esta función está conectada con aquel papel de Buddhi en que sirve como instrumento del Atma y energiza la mente. Generalmente se le presta poca atención a esta función de Buddhi; pero el estudio de la filosofía Yóguica muestra que esta función activa es tan importante como la función perceptiva. A Buddhi se le considera como el Vahan de Vishnú, y Vishnú no sólo es la conciencia Universal que todo lo abarca en su Visión Divina, sino también el Energizador, Preservador y Regente del Mundo que él preside. En el caso de la Mónada, ella ejerce esta función dual por medio del vehículo Intuicional que funciona en los planos Búddhico y Manásico. A esta función dual de Buddhi se debe que cuando hay verdadera Sabiduría, ver la Verdad y vivir la Vida son inseparables.
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