En uno de los capítulos anteriores se delineó a grandes trazos el proceso evolutivo por el que hemos pasado antes de llegar a nuestra actual etapa, y también el de las etapas que nos esperan. Se indicó que en las etapas anteriores a la humana, antes de desarrollar la autoconciencia, la evolución es guiada desde afuera por agentes externos, y que la vida incorporada en formas variadas no es capaz de cooperar conscientemente con esos agentes externos. Al aparecer la autoconciencia que marca el nacimiento del alma humana, y la formación del cuerpo Causal, se le abre al alma la posibilidad de participar en su propio desarrollo; pero en las primeras etapas esta cooperación consciente del alma en su propio desarrollo es apenas nominal y la evolución sigue guiada en gran medida desde el exterior. Sólo cuando ya el alma ha alcanzado bastante desarrollo y madurez, puede tomar parte activa e inteligente en su propio desarrollo, y cooperar con aquellas fuerzas que están presionándola a evolucionar. Cuando llega a esta etapa, el alma ha desarrollado ya considerablemente sus vehículos inferiores de conciencia, y está lista a comenzar su evolución espiritual. El principio de esa fase de nuestro desenvolvimiento interno que asociamos con la espiritualidad, lo marca el desarrollo de Buddhi (Intuición). Quienes queremos acelerar nuestro progreso hacia nuestros más elevados ideales espirituales, debemos tratar de entender el papel que Buddhi desempeña en nuestra vida.
Buddhi representa las manifestaciones peculiares de conciencia que tienen lugar por medio del cuerpo Intuicional que es el vehículo que sigue inmediatamente al cuerpo Causal yendo desde la periferia hacia el centro de nuestro ser. Su campo de expresión, por tanto, queda justamente en seguida del de la mente en sus dos aspectos, concreto y abstracto. Esto explica por qué las funciones Intuicionales trascienden a las de la mente y no se las puede comprender con el simple intelecto que los hombres intelectuales corrientes consideran final y concluyente. También explica por qué el intelecto sólo es incapaz de entender aquellas percepciones más finas que se originan en la conciencia Intuicional. El único estado de conciencia que supera y abarca la conciencia Intuicional es el de la Voluntad, el cual constituye el mismísimo centro de nuestra vida, el corazón donde yacen y laten todas nuestras potencialidades Divinas.
Luego de anotar el lugar de Buddhi en nuestra constitución, pasemos a ver un principio general que hemos de tener en cuenta al considerar las manifestaciones de la conciencia en los diferentes planos. Esto aclarará nuestras ideas y preparará el terreno para comprender las diversas funciones de la Intuición en nuestra vida. El punto que tenemos que entender claramente es que la manifestación de la conciencia por medio de un vehículo cuando opera en su propio plano, es diferente que cuando las vibraciones correspondientes se reducen para actuar en un plano inferior en un medio más denso. Tomemos, por ejemplo, el funcionamiento de la conciencia en el plano mental concreto. Las vibraciones que se producen cuando la conciencia opera por medio del cuerpo mental inferior, se conocen como pensamientos; pero hay una gran diferencia entre los pensamientos como se ven en su propio plano por los órganos del cuerpo mental, y los pensamientos tal como aparecen y se expresan en el medio más denso del cerebro físico. Cuando se perciben clarividentemente los pensamientos en su propio plano, se ve que forman un mundo peculiar lleno de colores y formas de belleza fascinante, un mundo que las religiones han tratado de pintar en sus descripciones imperfectas de un cielo. Pero estos mismos pensamientos, al expresarse por medio del cerebro físico y aparecer en nuestra conciencia física, pierden muchas de las cualidades y potencia que los distingue en su propio plano, aunque conservan algunas de sus características esenciales. En el plano mental son objetivos, mientras que en el plano físico muestran cierto carácter vago y subjetivo. Lo mismo puede decirse en cuanto al plano emocional. Las vibraciones del cuerpo emocional en su propio plano producen los fenómenos que conocemos como sentimientos y deseos con toda clase de formas y colores. En el plano emocional, estas formas y colores son objetivos y forman un mundo propio; pero cuando estas vibraciones descienden al plano físico y se expresan por medio del sistema nervioso simpático, pierden muchas de sus características y no dejan sino ese estado peculiar de conciencia que indicamos como sentimientos.
Estos ejemplos pueden ayudarnos a entender la diferencia entre la vida en el plano Intuicional, tal como se la vive conscientemente en ese plano en el vehículo Búddhico, y la misma vida tal como aparece en nuestra conciencia física después de que ha sido reducida por su paso a través de los vehículos intermedios. Cuando un Yogui se eleva en Samadhi al plano Intuicional dejando atrás el plano y cuerpo mental, se vuelve consciente de un nuevo mundo lleno de tremenda felicidad y saber, en comparación con el cual la misma felicidad del mundo mental superior es insignificante. No hay palabras para describir la felicidad y el saber trascendente del plano Intuicional, y todos los místicos y videntes que han alcanzado siquiera una vislumbre de ese plano se sienten totalmente incapaces de dar a otros alguna idea de la visión beatífica que han tenido. Además, cuando se hacen descender al cerebro físico las vibraciones del plano Intuicional, pierden mucha de su intensidad y llegan muy atenuadas a la conciencia física, por su paso a través de los planos intermedios. De esta manera, la percepción directa de la Unidad de la Vida en el plano Intuicional, se convierte meramente en una omniabarcante compasión y simpatía; y la penetración directa en la Verdad, se convierte en mero conocimiento intuitivo de las verdades de la vida superior. De suerte que cuando estudiamos las manifestaciones de Buddhi en la conciencia física, lo que podemos estudiar son apenas los tenues reflejos de una radiación indescriptible, los débiles ecos de una música divina que tiene su fuente en las partes internas y mucho más hondas de nuestro ser.
Con estas consideraciones preliminares, estamos en condiciones de pasar al problema principal que tenemos ante nosotros: la clara comprensión de las funciones de Buddhi en nuestra vida, hasta donde es posible estudiarlas bajo nuestras limitaciones actuales. Y el primer punto que tenemos que anotar es que la Intuición o Buddhi es una facultad multifuncional, y no una facultad simple como creen muchos que no han profundizado en los problemas de la conciencia. Por facultad multifuncional se quiere decir que capacita a la conciencia para funcionar de muchas maneras que aquí abajo, en los campos de la mente, parecen como diferentes entre sí. Puede que en el plano Intuicional estas diferentes maneras de expresión no parezcan esencialmente diferentes, como parecen cuando las vemos a través del prisma del intelecto.
Podemos entender mejor este carácter múltiple de las funciones de Buddhi, tomando como analogía a la mente. La palabra mente representa algo muy complejo. La mente tiene muchas facultades, tales como el raciocinio, la memoria, el juicio, la observación; son facultades que aparecen una tras otra en el curso natural de la evolución. Podemos llamarlas, funciones de la mente. En forma análoga, existen diferentes modos de manifestación o funciones de Buddhi, que también se desarrollan una tras otra durante la evolución del vehículo Búddhico. Si identificamos a la Intuición o Buddhi con cualquiera de sus funciones, se nos dificultará más comprenderla apropiadamente y nos enredaremos en contradicciones y confusiones. A ello se debe que muchas personas que leen un libro como el Bhagavad-Gita quedan aturdidas; unas veces se usa allí la palabra Buddhi en un sentido, y otras en otro totalmente diferente. Si recordamos que en todos los casos se refiere a las diversas funciones de Buddhi, nos será mucho más fácil seguir el significado.
Tomemos ahora algunas de esas funciones diversas, una por una, y tratemos de entenderlas. Hagamos de cuenta que sostenemos un diamante y hacemos pasar sucesivamente ante nuestros ojos sus diferentes facetas, aunque esas facetas despiden diversas luces y colores, sabemos que el diamante es uno y que no es sino una sola la luz que despide.
El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:
Comentarios
Publicar un comentario