Hablemos ahora de los pasos más avanzados de esta disciplina mental a que ha de someterse todo el que aspire a unificar su conciencia inferior con la Superior. Esta disciplina avanzada puede considerarse en dos aspectos. Primero, el que tiene que ver con el entrenamiento más riguroso de la mente en la concentración, para convertirla en un instrumento eficiente para la meditación y otros ejercicios espirituales. Y segundo, el que busca librar la mente de todas sus impurezas, aberraciones y desfiguraciones que le impiden ser un instrumento adecuado de la conciencia Superior. Trataremos separadamente estos dos aspectos, tomando primero el tema de la concentración y meditación.
Ya vimos que el primer paso para aprender a concentrarse es fijar la mente en todo cuanto hagamos en la vida diaria. Así aprendemos a prestar atención y a evitar la tendencia errabunda de la mente. El grado de concentración que se logre en esta clase de actividades puede variar dentro de límites muy amplios, y el aspirante tratará de aumentar progresivamente la profundidad de su concentración, con el firme propósito de volver su mente tan concentrada en la consideración de cualquier tema que él se olvide de lo que le rodea y de sí mismo. La mayoría de los hombres afortunados que han descollado en sus respectivas esferas, poseen en alguna medida ese poder de abstracción; cuanto más grande sea ese poder, mejor será la calidad del trabajo que ejecutan.
Para adquirir este poder de concentración, le serán de gran ayuda al aspirante ciertos ejercicios por algún rato cada día. En estos ejercicios, hace con más intensidad y deliberadamente lo que está tratando de hacer en su trabajo cotidiano. En estos ejercicios de gimnasia mental no hay nada de espiritual, como algunos se imaginan. Están hechos para que uno aprenda tan rápido como le sea posible, el arte de concentrar la mente en cualquier tema que quiera dominar, y convertirla así en un instrumento eficaz y obediente. El dominio sobre la mente debe ser tan completo que uno pueda ponerla a trabajar en cualquier tarea, por cualquier lapso de tiempo, hasta que la tarea quede terminada o hasta que uno quiera suspenderla. Esta capacidad para la atención deliberada, tan diferente a la atención involuntaria por interés en determinado asunto, es la única vara para medir nuestro dominio sobre el instrumento mental.
Cuando se ha alcanzado bastante esta clase de dominio, queda uno en condiciones de acometer la práctica regular de la meditación. Muchos confunden la meditación con el ensoñamiento ocioso o un pensar consecutivo; se sientan a meditar y dejan que la mente divague o prosiga un tren de pensamientos acostumbrados, por el tiempo fijado; y se levantan muy satisfechos de haber pasado un buen rato en meditación. Así no es de extrañar que mediten años tras años sin ningún resultado y con muy poco progreso real. Para que la meditación sea provechosa es absolutamente necesaria cierta medida de abstracción, y quien no haya dominado los pasos iniciales que hemos indicado no podrá realmente meditar con provecho. Pues al meditar sobre cualquier tema hay que extraerle su esencia misma, penetrar en su significado más íntimo, y esto sólo es posible cuando hemos adquirido por lo menos cierta medida de ese poder de abstracción, la capacidad de dejar las regiones superficiales de la mente y sumirnos en sus profundidades.
El tema de la concentración y meditación es muy extenso y complejo, y no es posible entrar en sus detalles en este examen somero; mas hay un punto importante e interesante que es necesario tratar aquí. Según la psicología moderna es imposible mantener la mente concentrada en una imagen particular por un tiempo considerable. La psicología moderna entiende por concentración mantener la mente en movimiento dentro de un estrecho círculo limitado que ha sido determinado como foco de la conciencia; no se le ha de permitir a la mente sobrepasar ese límite, pero queda libre para moverse dentro de él; más aún debe mantenerse en movimiento dentro de ese límite para que la atención no decaiga.
Esta suposición del psicólogo moderno explica en cierta medida su ignorancia de la técnica para trascender la mente. Pues para esto, o sea para que la conciencia trabaje en planos más allá de la mente, es necesario adquirir la capacidad de fijar la mente en una idea particular, sin permitirle moverse dentro de un pequeño círculo, sino en realidad concentrándola en esa sola idea y profundizando más y más en ella... proeza que los psicólogos consideran imposible. Cuando se ha adquirido la capacidad de hacer esto por un tiempo considerable, cuando se puede mantener la mente fija sobre una sola idea sin oscilar, sin ser afectada en lo más mínimo por impactos externos, entonces uno está listo para el siguiente paso importante: soltar esa idea de la mente y seguir manteniendo la mente concentrada y alerta, sin ninguna idea en el foco de la conciencia. Cuando se logra hacer esto con pleno éxito, la conciencia se escapa del cuerpo mental y pasa a planos más allá del mental inferior. Y sólo entonces obtiene el conocimiento directo de su verdadera naturaleza y sabe que es inmortal y comparte la vida Divina. Ahora es capaz de trascender en cierta medida las ilusiones de la vida inferior y entender la vida como realmente es. Cierto es que tiene por delante mayores perspectivas de realizaciones e iluminación; pero ha obtenido una vislumbre de las realidades de la vida, y no podrá volver a ser jamás el mismo hombre. Cuando desciende otra vez a los planos inferiores, vuelven a rodearlo todas las limitaciones inherentes a esos planos; pero ya ha tenido la Visión, y aunque ahora ve las mismas cosas de antes, las ve bajo una nueva luz: la luz de la Realidad que ha visto fugazmente.
Esta es la culminación del entrenamiento y disciplina mental que debe hacer el aspirante al conocimiento directo de las realidades de la vida. Las etapas más avanzadas hacen parte, como se verá, de aquella técnica particular de vida espiritual que se llama Yoga en el Oriente. El estudiante de literatura Yóguica reconocerá fácilmente en los ejercicios de mantener la mente fija en una sola idea y luego soltar esa idea, estados diferentes de Samadhi.
Consideremos ahora el segundo aspecto de la disciplina mental que trata de la purificación de la mente y la eliminación de todas las desfiguraciones que estorban el cumplimiento de las funciones propias de la mente en nuestra vida.
Ya vimos que el hábito de vigilancia constante y el esfuerzo por evitar todo pensamiento impuro o malo, conducen gradualmente a la purificación mental. Este proceso se acelera mucho y se alcanza una etapa más alta de purificación, por la práctica de la meditación. Al meditar hacemos que el cuerpo mental vibre regularmente a tasas muy altas, por pensar intensamente en temas espirituales. También atraemos el influjo de fuerzas espirituales muy poderosas de los planos superiores al cuerpo mental. Este proceso dual desaloja del cuerpo mental todas las combinaciones de materia mental tosca que no pueden vibrar a esas tasas altas, y el lugar de estas es ocupado por materia más fina que instantáneamente pueda responder a impulsos y pensamientos espirituales. A eso se debe que la meditación sea uno de los medios más potentes para purificar rápida y efectivamente el cuerpo mental y volverlo delicadamente responsivo a las energías más sutiles que afluyen a él desde los planos internos.
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