CSM (19) Cap. VII: Control, Purificacion y Educacion de las emociones. (2)

Algunas personas se preguntarán qué aliciente queda para vivir si uno analiza y escudriña sus deseos y emociones de esta manera implacable; y también dirán que el deleite de la vida depende no sólo de sentir estos deseos y emociones sino de identificarse con ellos e imaginarse que uno es el que los siente. La pregunta es atinada, y ciertamente todos los que tratan de subyugar sus deseos tienen que pasar por la experiencia dura de ver que su vida se vuelve vacía y parece poco digna de vivirse. Muchos aspirantes no pueden encarar esta ordalía; pierden el coraje y vuelven a hundirse en su antigua vida en busca del deleite que da la identificación con su natural de deseos.


Pero según la experiencia de los que se han sostenido firmes en esta clase de disciplinas, esa no es sino una fase pasajera aunque dolorosa, y de ella no debe huir jamás el aspirante al conocimiento espiritual. Una vez subyugada la naturaleza inferior, y aquietado y purificado el cuerpo emocional la luz de la Intuición puede brillar más y más a través de la mente y damos aquella “paz que supera toda comprensión”. Cuando la Intuición irradia de esta manera a la mente, no solamente podemos ver los problemas de la vida en su propia perspectiva y sin engaños, sino que también podemos saborear aquella felicidad (Ananda) que es de nuestra naturaleza esencial. Los goces y placeres de la vida inferior empalidecen a la luz de esta Ananda, tal como las luces artificiales y hasta la de las estrellas y la luna se desvanecen cuando el Sol sale.

Pero para alcanzar esta paz permanente, esta felicidad de la vida superior, debemos ser pacientes, resueltos, intrépidos, dispuestos a prescindir de los placeres y goces temporales de la vida inferior. No descorazonamos cuando la vida nos parece triste y desolada, pues sólo cuando la vida parece estar en pleno reflujo es cuando estamos más cerca de su plenitud. Antes bien, debemos trabajar con más sinceridad e intensidad en la purificación de nuestra naturaleza inferior y en adelgazar el velo que oculta la Luz de la conciencia Alta.

Al tratar de los principios generales pertinentes al control del cuerpo emocional, es necesario también señalar los peligros de la represión. Recientes investigaciones en psicoanálisis han mostrado los efectos dañinos de reprimir las emociones y deseos. Quienes intentan controlarlos harán bien con familiarizarse ampliamente con los principales resultados de esas investigaciones. No es necesario entrar aquí en detalles sobre esta cuestión, pero la idea básica puede indicarse brevemente. Según estas investigaciones, cualquier deseo o emoción que se reprime a la fuerza, pasa a las regiones subconscientes de la mente, y allí engendra y mantiene ciertos síntomas patológicos que externamente no parecen tener relación con la emoción reprimida. Estos síntomas o grupos de síntomas se conocen técnicamente como “complejos”. Estos complejos constituyen un factor importante en la vida emocional y mental e incluso física, de la persona, y sin ella saberlo influyen poderosamente en su comportamiento. El psicoanálisis ha inventado una técnica para resolver estos complejos y restaurar la psiquis a una condición sana y normal que elimina la tensión no natural.

Se puede o no concordar con las teorías del psicoanálisis; pero el punto que tenemos que anotar es el de que nuestras emociones y deseos representan fuerza psíquica, y ninguna fuerza, conforme a la ley de conservación de la energía, puede ser aniquilada sino solamente transformada. No se puede destruir una fuerza una vez que ha sido generada; pero sí se puede determinar la forma que ha de tomar. Cuando se reprime un deseo o emoción, no se afecta la fuente que suministra la energía, la cual queda intacta, sino que se desvía la corriente de energía hacia la mente subconsciente, donde puede tomar toda clase de formas indeseables que finalmente saldrán a la superficie. Si tenemos una tubería de agua sin grifo y queremos detener el flujo del agua, no lo conseguiremos metiendo en el suelo el extremo de la tubería, el agua seguirá fluyendo y tarde o temprano saldrá a la superficie en una forma caótica, con lodo y mugre. Tenemos que tapar la tubería y así detener el flujo del agua, o utilizarla de alguna manera adecuada, como por ejemplo desviarla hacia el jardín donde ayudará al crecimiento de las plantas.

De modo similar, si queremos eliminar un deseo debemos dejar de generar esa energía, o transformarla en alguna otra forma que sirva para nuestro progreso. Dejamos de generar esa energía cuando entendemos tan completamente el deseo que nos colocamos por encima de él; nos hemos vuelto intensamente conscientes de su verdadera índole, y por ende deja de afectarnos. En tales casos, el deseo muere, simplemente porque no le suministramos la energía que lo mantendría vivo. O también podemos modificar la forma de la energía, sublimarla, como se dice. La nueva forma de energía habrá de ser tal que nos ayuda a progresar hacia nuestro ideal, en vez de estorbamos. El problema de la sublimación de los deseos y emociones es interesantísimo y muy importante, pero no nos toca aquí tratar sus aspectos prácticos.

Pasemos hora a la cuestión de la purificación y educación del cuerpo emocional. Pera entender claramente este problema necesitamos saber cómo se forma y se mantiene este cuerpo. No lo hace tomando y asimilando alimento, como en el caso del cuerpo físico, y por tanto el problema de purificarlo y educarlo es más complejo y difícil.

Vimos antes que nuestros deseos y sentimientos y emociones son los resultados que aparecen en nuestra conciencia cuando el cuerpo emocional vibra, ya sea en respuesta a impactos externos o a actividades iniciadas en nuestro interior. Tomemos a las emociones como representativas de todas las diferentes clases de actividades del cuerpo emocional, y entonces podemos decir que a cada clase de emoción le corresponde una tasa de vibración particular y una densidad particular del material que compone el cuerpo emocional, que produce cierto color particular y cierta tasa particular de vibración en el plano emocional.

Por ejemplo: alguien está sintiendo fuertemente una emoción de amor en cierto momento; entonces, de las innumerables combinaciones de materia que componen el cuerpo emocional, entran en vibración unos pocos tipos definidos de esas combinaciones, y la longitud de onda de su vibración corresponderá matemáticamente a la densidad del material así afectado. Al mismo tiempo, aparece en el cuerpo emocional un color particular que también está matemáticamente relacionado con la tasa vibratoria de la emoción.

Tenemos en el plano físico una analogía de este fenómeno en los colores que se ven en una demostración de fuegos artificiales. Al mezclar un metal como el bario en la pólvora, al quemarse ésta el bario se calienta altamente y sus partículas empiezan a vibrar a cierta tasa, y estas vibraciones nos dan la luz verde que observamos. Si en vez de bario ponemos estroncio en la pólvora, los átomos de estroncio en vibración producen un color escarlata. De modo que a cada clase de material le corresponde una tasa específica de vibración y un color específico del espectro, tanto en el plano físico como en el emocional.


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