Luego de estas consideraciones preliminares, pasemos ahora a las funciones del cuerpo mental inferior. Cuando analizamos las del cuerpo emocional vimos que la primera es la de convertir las vibraciones recibidas por medio de los órganos sensorios físicos, en sensaciones. Las vibraciones que afectan dichos órganos son llevadas por los nervios a los centros cerebrales correspondientes, se reflejan desde allí al cuerpo emocional, cuyos centros las convierten en sensaciones. Este proceso no se detiene ahí, sino que por otro reflejo llegan a la mente inferior y se convierten allí en percepciones. De modo semejante a como las ondas luminosas que pasan por la lente de una cámara producen una imagen en el telón esmerilado, así también estas diversas vibraciones que entran por las diversas avenidas de los sentidos producen imágenes de diferentes clases en el telón de la mente. Estas imágenes se producen en un medio llamado en sánscrito Chidakasha, palabra derivada de Chitta, el aspecto formador de imágenes, de la mente inferior. Puede parecer algo raro aplicar el término “imagen» a estas impresiones producidas en la mente por las vibraciones que entran por los cinco órganos de los sentidos; pero este uso está reconocido hoy por la psicología. Cuando oímos una nota tocada en un instrumento musical, llamamos “imagen auditiva” la impresión producida en la mente, tal como llamamos “imagen visual” la que produce la vista de un objeto. Tenemos, pues que la primera función básica del cuerpo mental inferior es la de convertir las sensaciones emocionales en percepciones mentales de color, forma, sonido, gusto, olor y tacto.
Su segunda función básica es la de combinar estas percepciones o imágenes mentales derivadas de diferentes órganos sensorios en una imagen compuesta. Expliquemos por medio de un ejemplo. Tengo ante mí una naranja. La impresión que recibo a través de la vista me da una idea de la forma y color de la naranja. La que recibo a través del olfato me da una idea de su olor. Si toco la naranja, sé cómo se siente al tacto. Si la toco con la lengua, tengo una idea de su sabor. Pues bien, una idea completa de la naranja estará compuesta de todos estos cuatro elementos, y así es función del cuerpo mental inferior la de combinar estos elementos en una imagen compuesta y darme un cuadro más completo del objeto.
La mente no sólo combina estos elementos sueltos en una imagen compuesta, sino también suministra del almacén de la memoria los elementos que puedan faltar. Cuando vemos de lejos una naranja, la única imagen que llega a la mente es la visual que da su forma y color; pero vemos en la mente mucho más que lo que nos están informando los sentidos. Sucede que la mente ha recogido impresiones de diversas clases al examinar naranjas en ocasiones previas, ha guardado estas impresiones en el almacén de la memoria, y de allí extrae algunos de los elementos faltantes, con lo cual nos da una idea más completa de la naranja que la que sin ello podríamos obtener. Este mundo externo que percibimos por medio de los sentidos, resultaría muy pobre y poco interesante si la mente no cumpliera esta función de almacenar y proveer los elementos faltantes, pues entonces solamente percibiríamos con la mente lo que los sentidos le pusieran por delante.
Conectada íntimamente con la función de combinar imágenes recibidas por medio de los órganos sensorios, está la función inversa de fragmentar en sus componentes cualquier impulso mental que pueda encontrar expresión a través de los órganos motores. El cuerpo mental inferior es el coordinador de todos los movimientos que hacemos en nuestra vida ordinaria para encarar cualquier situación en el mundo externo. Así, cuando vemos que se nos aproxima algo que amenaza herir nuestro cuerpo físico, nuestras manos, piernas y todos los músculos adoptan instantánea y automáticamente la posición más adecuada para evitar el daño. Todos estos movimientos complicados y eficientes son posibles, gracias a la coordinación y control que el cuerpo mental inferior ejerce, aunque generalmente esto ocurre tan rápidamente que no lo notamos.
Al multiplicarse las experiencias en la vida del individuo, sigue aumentando el número de imágenes de objetos que se acumulan en el almacén de su memoria; y gradualmente empieza la mente a elaborar estas imágenes de maneras diferentes; las arregla y las reagrupa; las clasifica y las compara; y así evolucionan, una tras otra, nuestras diversas facultades mentales de razonamiento, juicio y demás. Vamos aprendiendo gradualmente a pensar.
Es conveniente entender claramente que pensar no es otra cosa que establecer relaciones entre las imágenes presentes en nuestra mente; y que por tanto, la calidad de nuestro pensar dependerá en gran medida de la clase y cantidad de esas imágenes. Una mente llena de imágenes claras y correctas en relación con cualquier asunto, estará en condiciones de pensar mucho mejor con respecto a ese asunto que una mente pobremente abastecida de tales imágenes.
Con frecuencia parece que pensáramos sin esas imágenes pero si ahondamos en la cuestión hallaremos que en tales casos estamos usando señales o signos de esas imágenes, y que la base de nuestro proceso de pensar está compuesto de imágenes que hemos adquirido por la observación, la lectura, o algún otro medio. Cuando vamos a un Banco vemos muy poco dinero; la mayoría de las transacciones se hacen por medio de cheques y giros; pero sabemos que estos son meramente signos de cambio o de dinero, el cual es la base real de todas las transacciones.
Pero aunque es esencial tener estas imágenes, la sola presencia de un gran número de imágenes bien definidas en la mente, no es suficiente para pensar bien. Tiene que existir el artista que arregla esas imágenes de tal modo que se produzcan bellos modelos de pensamiento. Si ponemos en manos de un hombre burdo un cofre lleno de piedras preciosas, él no puede formar nada con ellas; pero si se las damos a un buen joyero, él producirá con ellas piezas de diferentes diseños y exquisita belleza. Asimismo, la mera acumulación de conocimientos por la lectura y la observación para acrecentar nuestras imágenes mentales, no es suficiente. Tenemos que pensar con claridad y persistencia hasta que aprendamos a producir con el material así reunido, pensamientos de hermosos patrones o que puedan ser utilizados bellamente en nuestra vida.
Al considerar las funciones de la mente inferior es necesario hacer por lo menos una breve referencia a la ilusión inherente en el conocimiento de una cosa a través de un medio refractor. El hecho escueto de que mientras permanecemos en la región de la mente inferior estamos confinados a nombres y formas (a nuestras imágenes mentales), significa que nunca podemos conocer las cosas como realmente son. Toda imagen es relativa; jamás puede darnos la cosa en su totalidad, sino apenas un corte o sección de ella, como si dijéramos, por más que nos imaginemos equivocadamente que conocemos la cosa como es el tocarla con nuestra mente. Aun en el caso de la percepción sensorial, podemos obtener millares de impresiones diferentes de un objeto simple, al mirarlo desde diferentes lados y distancias. Pero ninguna de ellas representa al objeto en su totalidad. Y en el caso de percepciones no sensorias, son mucho mayores las dificultades para obtener una idea fiel del objeto.
Esta consideración debiera ponernos en guardia contra el riesgo de tomar nuestras ideas y opiniones, que se basan en la operación del intelecto, por realidades de la vida; apenas son representaciones parciales de ellas, si no desfiguradas. Esto debiera mostrarnos también la inutilidad de tratar de entender o conocer las cosas como son, por medio del instrumento mental. No podemos conocerlas, en el sentido real de la palabra, mientras no trascendemos el intelecto y logremos verlas a la luz de la Realidad en que existen. Es el mismo caso que el de alguien que mira las luces de color del espectro pero no puede saber lo que es la luz integrada blanca mientras no vaya al otro lado del prisma y vea la luz que está produciendo ese espectro.
Quedan otros dos puntos para informar al estudiante, sobre las funciones de la mente inferior. Uno es, que la imagen del objeto que percibimos por medio de nuestros sentidos, es lo que solamente existe en nuestra mente, y no representa fielmente al objeto que la formó. Los objetos físicos corrientes que percibimos en torno nuestro, son meros conglomerados de átomos y moléculas en vibración; y la forma, tamaño, color, etc., que vemos en ellos, no existen en ellos sino solamente en nuestra mente. El objeto es meramente una causa instrumental desconocida que excita la imagen mental que se forma en nuestra mente. De suerte que realmente vivimos en un mundo de imágenes mentales que se forman en nuestra mente, y proyectamos este mundo por un proceso que en sánscrito se llama Vikshepa. Este proceso de proyectar nuestro mundo mental, tan evidente para cualquiera que se tome el trabajo de pensar acerca de lo que es la percepción sensoria, debiera convencernos de dos cosas: Primera, que el mundo en que vivimos está realmente dentro de nosotros, en nuestra mente. Y, segunda, que en realidad estamos viviendo entre ilusiones del tipo más crudo, sin siquiera darnos cuenta de ello.
El último punto por anotar con respecto a las funciones del cuerpo mental inferior, es que este cuerpo y la mente concreta son dos cosas diferentes. El cuerpo mental es un vehículo hecho de materia sutil, y no es sino un instrumento que tiene sus raíces en Prakiti (la materia). La mente o Manas inferior, es una modificación de la conciencia que funciona bajo las limitaciones de los planos inferiores y utiliza el cuerpo mental para expresarse. Esta mente es sensible, es de la índole de la conciencia, y tiene sus raíces en Purusha (el espíritu). Esta tendencia a confundir el cuerpo mental con la mente, es muy común y es la causa de la confusión que sufren muchos estudiantes con respecto a los fenómenos de los planos superfísicos.
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