Conocimiento de sí mismo (12) Parte II: Disciplina y conocimiento de sí mismo.- Cap IV: Funciones del cuerpo físico.

En uno de los capítulos anteriores se dio una visión a vuelo de pájaro del problema de la Renovación de Sí Mismo y se vio que consiste parcialmente en perfeccionar los diversos vehículos de conciencia que la Mónada usa en los distintos planos. El más externo y más denso de ellos es el cuerpo físico, que es el que más conocemos y con el que tenemos que tratar más mientras nuestra vida está confinada al plano físico. Estudiaremos primero este cuerpo. El método natural es siempre ir de lo conocido a lo desconocido, y esta línea de acción la indica también el hecho de que en el curso normal de la evolución de nuestros cuerpos el físico es el primero que se organiza y se perfecciona. La Naturaleza generalmente empieza por el fondo y avanza paso a paso hacia el tope.

Hay cierta confusión muy generalizada en el estudiante corriente acerca de la función del cuerpo físico y el método correcto de tratarlo. Mientras algunos aspirantes le conceden demasiada atención a los problemas referentes a este cuerpo y se embrollan demasiado en cosas no esenciales, otros lo olvidan totalmente bajo la idea equivocada de que la vida en el plano físico es Maya y que no importa cómo vivimos ni cómo tratamos este cuerpo. Lo correcto es considerar el cuerpo físico como un instrumento del alma para su tarea en este plano. Es un instrumento vivo y no una máquina insensible, y por tanto tiene sus propias tendencias definidas. El instrumento que necesitamos para cualquier clase de trabajo debe conservarse en perfecto orden y hay que tratarlo y mejorarlo de modo que pueda cumplir sus funciones específicas con la máxima eficacia. Un músico que descuida su violín y lo mantiene desafinado, es tan necio como el que se ajetrea demasiado cuidándolo y desperdicia su tiempo y energía en embellecerlo.

Antes de considerar los métodos que se usan para controlar y purificar el cuerpo físico y convertirlo en un instrumento sensitivo y fuerte de la Mónada, debemos tratar de entender la índole y las funciones de este instrumento. Cualquier cosa que queramos dominar y estrenar para cierto propósito, debemos primero comprenderla y conocerla lo más completamente posible. Un equitador conoce muy bien la índole de un caballo, y este conocimiento lo capacita para domarlo y amansarlo fácilmente. Un preceptor debe conocer completamente la índole de los niños, si ha de guiar sus nacientes facultades en forma recta. Así debemos nosotros conocer y entender bien nuestro cuerpo físico, si queremos disponer de un instrumento eficiente y completamente controlado.

Lo primero que se necesita para esto es tener una idea general de su constitución y su anatomía interna. Cualquier texto elemental de fisiología nos dará una idea adecuada acerca de su estructura interna, y removerá muchos conceptos falsos y generalizados acerca de su funcionamiento. Muchas personas educadas y sensatas no conocen ni siquiera los hechos más elementales acerca de su cuerpo, y si se les pregunta a qué lado queda el hígado no pueden precisarlo. Pueden dar información correcta sobre la constitución del Sol y los elementos presentes en él; saben todo lo referente al motor de un automóvil; pero ignoran lo que se refiere al cuerpo físico con el que tienen que trabajar durante toda su existencia en esta tierra. Este es un comentario triste sobre nuestro sistema educacional que nos atiborra la cabeza con toda clase de conocimientos inútiles sobre lo no esencial, y descuida casi por completo las cosas que más importan en la vida.

El fruto más importante del conocimiento de la estructura interna del cuerpo físico es que nos permite objetivarlo más fácilmente, o sea verlo como algo distinto a nosotros mismos, y darnos cuenta de que no es sino un instrumento nuestro. Si sólo reparamos en su apariencia externa, tenderemos a identificarnos con él más que si lo vemos mentalmente como lo que es: una máquina viva y complicada, más elaborada en sus funciones que algunas de las plantas industriales modernas.

Lo siguiente que tenemos que hacer es darnos cuenta clara de las funciones del cuerpo físico. Vimos que es un instrumento; pero ¿para qué sirve? Es un instrumento con ayuda del cual la Mónada entra en contacto con el plano físico. A través del largo proceso de la evolución, este instrumento se ha mejorado lentamente gracias a los diversos agentes divinos que trabajan en el sistema Solar. Además de permitirle a la Mónada entrar en contacto con los objetos y fenómenos de este plano, la capacita para producir cambios en ellos. Con ayuda de los cinco órganos de los sentidos que lentamente se han desarrollado durante la evolución del cuerpo, el alma obtiene el conocimiento del plano físico. Y por medio de los órganos de acción produce cambios en el mundo externo. (Los órganos sensorios se llaman Jnanendriyas, y los de acción Karmendriyas, en sánscrito). (Aquí te vuelvo a recordar: no te quedes enganchado con las palabras que no entiendes y déjate sentir por lo que sí entiendes). 

Por medio de un experimento simple podemos darnos cuenta de hasta qué punto dependemos de esos órganos sensorios para conocer el mundo físico. Cerremos las avenidas sensorias una tras otra hasta donde sea posible, y no que nuestro contacto con el mundo físico se reduce más y más, hasta que, cerradas todas las cinco avenidas nos encontramos completamente ajenos al mundo físico, y todo lo que nos quedará será las imágenes mentales conjuradas por la imaginación, o el recuerdo de experiencias tenidas por medio de nuestros contactos con ese mundo.

Vista bajo esta luz, el cuerpo físico no es sino un instrumento portátil que combina las funciones de un transmisor y un receptor inalámbrico. Del mundo físico capta las vibraciones de luz, sonido, etc., y las transmite hacia dentro, con lo cual capacita al Ego para conocer los diversos objetos de dicho mundo. Y del Ego interno recibe impulsos y pensamientos motores que transmite al mundo externo por medio de los órganos de acción. Andamos por todas partes con este instrumento portátil, y nos ponemos en contacto con diferentes porciones del mundo físico según sea necesario. Pero se nos ha grabado tanto la costumbre de identificamos con el cuerpo físico que si en vez de decir ‘estoy haciendo tal cosa’ o ‘voy para tal parte’, usáramos un lenguaje más acorde con los hechos reales y dijéramos ‘estoy obligando a mi cuerpo a hacer tal cosa’ o ‘estoy llevando mi cuerpo a tal parte’, sonaría muy raro a nuestros oídos.

Llegamos ahora a una contribución muy importante de la Teosofía a la comprensión de la constitución del cuerpo físico. La ciencia moderna que ha dedicado dos siglos de labor investigadora continua al cuerpo físico, ha reunido información muy detallada sobre su mecanismo. Cada músculo, hueso, nervio y arteria, ha sido investigado completamente y catalogado, y se ha determinado cómo ocurren los diversos procesos metabólicos. Pero a pesar de este cuantioso trabajo ha pasado por alto totalmente, debido a una actitud materialista ortodoxa, más de la mitad del cuerpo físico, o sea la que en la literatura Teosófica se llama el doble etéreo. La parte densa del cuerpo físico, que los científicos han investigado y que podemos ver con los ojos, está compuesta de materia perteneciente a los tres subplanos inferiores del plano físico. Pero existen otros cuatro subplanos más sutiles, que interpenetran la materia sólida, líquida y gaseosa que forma la parte más densa. Y de estos cuatros subplanos menos densos, la ciencia no sabe aún nada.

La materia que pertenece a estos cuatro grados más sutiles, entra en la composición de esa contraparte sutil del cuerpo físico que llamamos doble etérico; etérico porque se da el nombre de éteres a esos cuatro grados más finos de materia, y doble porque es la contraparte exacta del cuerpo denso, aunque sobresale de éste unos siete centímetros. Este doble etérico no debe considerarse como un vehículo más de la conciencia, sino como un complemento del cuerpo físico denso; los dos juntos constituyen el cuerpo físico total.

La función del doble-etérico es la de servir como vehículo de Prana, que es una energía especializada que en sus diversas modificaciones mantiene y regula las actividades del cuerpo físico. Esta energía proviene del Sol; un chakra situado cerca del bazo la descompone en sus constituyentes, y luego las corrientes de estas diferentes clases de Prana fluyen hacia diferentes partes del cuerpo por canales bien demarcados, para cumplir su trabajo especializado en esas partes. Esta vitalidad solar y especializada por el doble etérico, es la fuente de todas las energías vitales que el cuerpo físico necesita para su mantenimiento. La Ciencia se equivoca al considerar que los alimentos son la fuente de esas energías, y basada en esa equivocación ha elaborado una deficiencia de la nutrición. El cuerpo físico necesita comida y bebidas para reparar sus tejidos, para producir calor, y para otros propósitos; pero no para adquirir vitalidad. Es bueno tener esto en mente, porque nuestras falsas ideas acerca de la función del alimento engendran en la mente dudas y temores sin fundamento y nos dificulta el prescindir del mal hábito de comer demasiado que es responsable de muchas enfermedades. No es necesario entrar en más detalles sobre este punto, porque en la literatura Oculta existen varias obras que dan toda la información que uno pueda necesitar al respecto.

El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:

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