Podemos pasar ahora a la etapa humana en la que estamos principalmente interesados. Aunque según todas las apariencias externas la etapa humana no es sino una continuación de las anteriores y en cierto sentido así lo es, conviene anotar que cuando la vida entra en esta etapa sobreviene un cambio fundamental que distingue marcadamente la vida en la etapa humana de la vida en el reino animal. Expuesto muy brevemente, este cambio consiste en que se forma el cuerpo causal que es el vehículo más externo del alma individual o espiritual, y dentro del cual desciende directamente la vida del Logos. Por medio de este cuerpo comienza esa vida a trabajar de una manera más dinámica. Esta introducción de un nuevo elemento Divino en el hombre, procedente del propio Logos, elemento que no existe en los vegetales ni en los animales, da origen a esa facultad peculiar del hombre que se designa en psicología como auto-conciencia, la cual permite ese desarrollo ilimitado y rápido de la vida Divina que tiene lugar en las etapas humanas y superhumanas. La vida se ha convertido en una unidad individual de conciencia, y esta conciencia puede seguir ampliándose sin ningún límite.
Las primeras fases de la etapa humana transcurren en las condiciones salvaje, semicivilizada y civilizada. El hombre adquiere experiencias de toda clase bajo circunstancias muy variadas. Su cuerpo emocional y mental se desarrolla lentamente a través de reencarnaciones bajo condiciones diferentes que él mismo crea con sus pensamientos, deseos y actos. Sus sentimientos y emociones desarrollan su cuerpo emocional. Sus pensamientos en términos de imágenes le desarrollan la mente inferior. Los pensamientos que dedica a temas abstractos y cosas superiores le desarrollan la mente superior que opera por medio del cuerpo causal.
La gran mayoría de las personas civilizadas ha alcanzado la etapa evolutiva en que su cuerpo emocional está regularmente desarrollado, y su cuerpo mental inferior también está desarrollándose hasta cierto punto; pero únicamente en el caso de científicos, filósofos y otros grandes pensadores, se puede considerar que el cuerpo causal está funcionando en el sentido real de la palabra.
Después de que un individuo ha pasado por toda clase de experiencias, vida tras vida, y ha empezado gradualmente a dedicar sus pensamientos a cosas elevadas y a vivir una vida noble e inegoísta, el vehículo siguiente, o sea el del plano Intuicional, comienza a desarrollarse lentamente, y la iluminación que viene a la mente desde ese plano se muestra como la facultad del Discernimiento (en sánscrito Viveka). El individuo empieza a apreciar las verdades espirituales y a reconocer intuitivamente su existencia, aunque no tenga prueba alguna de ellas. Esta es la facultad que permite reconocer todas las verdades espirituales, y sin su desarrollo no puede hacer progreso alguno en el campo de la espiritualidad. El mero intelecto no sirve en una región que está fuera del alcance de su actividad.
Cuando el vehículo Búddhico o Intuicional está suficientemente desarrollado y comienza a influir de modo definido sobre la mente, nace el divino impulso que anuncia el despertar de la naturaleza espiritual. El individuo comienza a interrogar la vida, a preguntarse acerca de los problemas básicos de la existencia, de los cuales no se daba cuenta mientras estaba espiritualmente dormido. Empieza a buscarle una salida a este mundo de ilusiones y sufrimientos; aspira a vivir una vida superior, y siente una afinidad interna con su prójimo, que el hombre ordinario difícilmente puede entender.
Si se escucha este impulso y se le dirige rectamente, el individuo pone tarde o temprano sus pies en el sendero que lleva a la perfección, para alcanzar finalmente su meta y pasar más allá del reino humano. Si no lo escucha, sino deja que lo apague la mente inferior y que los deseos mundanos lo tuerzan, entonces el individuo tendrá que vagar por muchas vidas, vacilando entre atracciones opuestas; las atracciones de la vida inferior lo tiran hacia abajo, y las aspiraciones a la vida superior lo halan hacia arriba. Pero tarde o temprano, y como fruto de las lecciones repetidas que le dan los sufrimientos y frustraciones y desengaños de la vida mundana, el llamado divino se torna irresistible, el hombre vuelve su espalda a la vida inferior y con el rostro dirigido hacia lo Divino empieza a trepar paso a paso hacia la cumbre del monte.
Hasta aquí hemos estado bosquejando mentalmente el largo camino de evolución por el que hemos estado avanzando desde que salimos de la Divinidad, hasta cuando viene la etapa en que nace el impulso divino dentro de nosotros que nos hace pensar en nuestro verdadero hogar y en cómo regresar a él. Veamos ahora mentalmente el sendero que falta recorrer y las etapas que aún quedan por cubrir.
¿Qué debemos hacer al sentir esos anhelos por la vida superior? Lo primero, naturalmente, es pensar a fondo en los problemas fundamentales de la vida y aclarar nuestra mente hasta que esos problemas queden definidos ante nuestra visión mental y nos demos cuenta de que la única manera como podemos resolverlos de modo satisfactorio y permanente es hollando el sendero que lleva a la perfección y a la Iluminación.
Es necesario pasar por este proceso de reflexión profunda y de minuciosa búsqueda de corazón, y tomarse el tiempo necesario para definirse con respecto a estas cuestiones vitales. Porque en muchos casos estos impulsos ocasionales que vienen de dentro se disipan porque no tenían otro origen que ciertos desengaños y frustraciones de la vida. En cuyo caso desaparecen gradualmente tan pronto como las atracciones del mundo arrojan sus velos engañosos sobre la mente, y uno vuelve a caer en el olvido de su destino superior. El impulso divino capaz de movernos durante muchas vidas hasta alcanzar nuestra meta, ha de ser firme y fuerte y ser fruto de la madurez del alma. Madurez que se alcanza cuando uno ha pasado por toda clase de experiencias y ha aprendido las lecciones que ellas contienen.
Supongamos que el impulso que sentimos es verdadero; entonces nuestro paso siguiente ha de ser el de considerar cuidadosamente los medios que hemos de adoptar para realizar nuestro propósito. Pues hay en el mundo muchos caminos y muchos instructores, y tenemos que encontrar nuestro camino y nuestro instructor que pueda guiamos a salvo hasta el final. Algunas de las sendas que se abren ante nosotros son calles cerradas, y algunos de los instructores que nos ofrecen enseñarnos son como ciegos que guían a ciegos. Una recta selección de camino y de instructor nos economizará, por tanto, mucho tiempo y dificultades. (Aquí hago una reflexión personal: Todos somos maestros, todos somos discípulos. Es cierto que hay seres que están algo más evolucionados y que nos pueden servir de acompañamiento en nuestro proceso. Acompañarnos no es tener a nadie como gurú o ser superior a mi. Todos aprendemos/recordamos de todos).
En el caso de quienes han pensado profundamente sobre los problemas de la vida y han entendido el plan de la evolución, no debe ser difícil la selección. El único camino que pueden escoger es el que han recorrido todos los grandes instructores y Rishis del pasado, que conduce a la perfección de la vida humana, ya se la llame Nirvana, Iluminación, o cualquier otro nombre. Y el único Instructor que pueden tener es su propio Yo Superior viviente en su propio corazón, que los ha traído a su etapa actual y que es capaz de guiarlos sin falla hasta el final mismo, hasta la meta de la Iluminación. (Está dando la razón a mi reflexión anterior).
Como este es un rápido examen de las etapas de evolución por las que hemos de pasar, no es posible dar aquí los detalles de los requisitos que han de adquirir los que aspiran a hollar el Sendero que conduce finalmente a la Iluminación y Liberación de las ilusiones y limitaciones de la vida humana. Existen varios libros en la literatura Oculta que dan información muy detallada y útil sobre estos puntos, y también se encuentran indicaciones importantes sobre esta cuestión regada en la literatura de esta clase. Muchos de los puntos importantes relacionados con los problemas de nuestro desenvolvimiento espiritual se tratarán en capítulos subsiguientes en lugares apropiados.
¿Es posible tener una idea de esa exaltada condición de Liberación, la perfección de vida que alcanza el que ha cruzado el lindero que separa la vida humana de las que están más allá? No, salvo en la forma más brumosa. Pero el tremendo adelanto hecho por el Adepto que ha alcanzado esta etapa puede en cierta medida juzgarse por el hecho de que todos los cinco vehículos de conciencia (físico, emocional, mental, Intuicional y Volitivo) están en su caso plenamente desarrollados y vivificados, y él puede actuar en cualquiera de ellos con plena conciencia como la persona ordinaria puede hacerlo por medio de su cuerpo físico. Al Adepto le basta con enfocar su conciencia en cualquier vehículo, desde el Volitivo hacia abajo, para entrar inmediatamente en contacto con el plano correspondiente y saber cualquier cosa que quiera saber de ese plano (aunque la palabra “saber” es insuficiente para expresar el funcionamiento de la conciencia en los planos espirituales).
No sólo esto, sino que el Adepto tiene su conciencia normalmente centrada en el plano Volitivo, y cuando tiene que trabajar en cualquiera de los otros planos inferiores la enfoca parcialmente en el que sea por el momento. De suerte que todos los cinco planos inferiores del sistema Solar con los que la humanidad tiene que ver, están dentro de la conciencia de Adepto y constituyen el campo donde él trabaja para el cumplimiento del Plan Divino.
Debe recordarse que el desarrollo y organización de los tres vehículos inferiores (físico, emocional y mental) nos ha tomado millones de años. Solamente gracias a que cuando un hombre se está acercando al final de la evolución humana, o sea al umbral de la Divinidad, se acelera en tremendo grado su evolución en los campos espirituales, le es posible cubrir en unas pocas vidas la inmensa distancia que separa al Adepto del hombre corriente.
¿Qué mayores etapas de evolución y desarrollo están más allá de los ámbitos superhumanos? No lo sabemos excepto de nombre. El intelecto humano retrocede desconcertado cuando trata de penetrar en esos misterios más profundos. Todo cuanto podemos hacer es conjeturar con asombro reverente lo que pueden ser tan exaltadas condiciones de existencia. Bástenos saber que existen y que hay quienes desde esas cumbres inimaginables están vertiendo sus bendiciones sobre nosotros que todavía vivimos en los valles de ilusión, sufrimiento y muerte.
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