"Curso Introductorio a la Teosofía" (34) Tema 4: El Átomo Simiente.
Se nos dice que el propósito de la vida física del ser humano no es la felicidad sino el aprendizaje. El Ego, rodeado de varios campos de energía a los cuales llamamos “cuerpos”, va ganando experiencia a través de la continua interacción con sus semejantes en diferentes ambientes y condiciones en las cuales va siendo colocado a través del proceso de la reencarnación. Gracias a tales experiencias va aprendiendo de manera gradual y a veces dolorosa todas las lecciones que la escuela de la vida planetaria ofrece. Naturalmente, para ello se hacen necesarias muchas vidas, porque el perfeccionamiento de un Ego espiritual es algo en extremo difícil.
Este postulado, sensato y razonable, da origen a una pregunta perfectamente válida: ¿Cómo consigue el Ego retener la memoria de tales lecciones y de lo aprendido a través de ellas si consideramos que en cada nueva encarnación recibe un nuevo conjunto de cuerpos y un cerebro que no puede recordar lo que
no ha grabado porque también es nuevo?
En respuesta, se nos dice que la memoria de Ego nada tiene que ver con el cerebro físico que muere al morir éste. La memoria de las experiencias de esa encarnación es incorporada en forma de síntesis en el único cuerpo permanente que el Ego posee: el Cuerpo Causal. Tal incorporación tiene lugar en términos de posibilidades vibratorias que emergen como facultades en las encarnaciones sub-siguientes del individuo, siendo éstas invariable y únicamente el resultado de sus esfuerzos personales en determinados campos de actividad durante encarnaciones anteriores.
Este proceso tiene lugar por medio del llamado “átomo simiente”, que viene a ser el equivalente de un “microfilme” que va grabando todo lo relativo a las tendencias y actividades del individuo. Existe por cierto un átomo simiente en cada uno de los vehículos o cuerpos que el Ego utiliza, a saber, el Físico, el Doble Etéreo, el Astral y el Mental, pero todos ellos constituyen, al igual que los cuerpos, una sola unidad durante la encarnación.
Se nos dice que el átomo simiente está ubicado en el ventrículo izquierdo del corazón, y que a la muerte del individuo deja el cuerpo físico por vía del nervio pneumogástrico. La parte física del átomo no puede por cierto continuar, pero las fuerzas que lo animan le hacen manifestarse ahora en los cuerpos sutiles. Después de la muerte de la persona y la subsiguiente desintegración de estos vehículos, las fuerzas que animaron sus existencia en ellos incorporaron en el cuerpo causal los resultados, la cosecha de todos los aspectos positivos lograda por el individuo, reteniendo los negativos para reintegrarlos a la próxima encarnación en forma de residuo kármico. Esta es la forma en que la naturaleza se asegura de que al renacer, cada individuo reciba la condición kármica que le corresponde en relación con lo realizado en vidas pasadas.
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