"Curso Introductorio a la Teosofía" (33) Tema 4: La Re-encarnación - 4

Una pregunta válida que suele hacerse en el contexto de la reencarnación es, “Si en realidad he vivido anteriormente, ¿Cómo es que nada recuerdo de mis vidas anteriores?” H.P. Blavastky dice lo siguiente en respuesta a esta pregunta: “Al desintegrarse los principios que llamamos físicos con la llegada de la muerte, se desintegran también sus elementos constituyentes y con ellos la memoria, por la pérdida del cerebro. Esta memoria perdida es la de la personalidad que acaba de concluir con la muerte y no puede, en consecuencia, volver a grabar o a recordar nada en las subsiguientes encarnaciones del Ego. Reencarnación significa que el Ego ha de proveerse del nuevos vehículos (cuerpos) y con ellos un nuevo cerebro físico y en consecuencia una nueva memoria, y resulta por cierto absurdo suponer que este nuevo cerebro pueda recordar lo que no ha grabado”.

En el mismo libro, Blavatsky indica que el Ego tiene memoria propia y es capaz de recordar no solo sus personalidades anteriores, sino también las experiencias que le han sido provistas a través de éstas con la misma facilidad con que la personalidad recuerda lo que hizo el día anterior. No debemos suponer, afirma Blavatsky, que porque nuestra personalidad no recuerda vidas pasadas nuestro Ego las ha olvidado. Lo que ocurre es que el el Ego, para transmitir su memoria a la personalidad, utiliza la consciencia en forma de disposición natural para algo, es decir, aquello que conocemos como “talento innato”, y también a través del reconocimiento instantáneo que a veces tenemos de viejos amigos o seres queridos a quienes tenemos la certeza de nunca haber visto en nuestra vida presente. Ello explica la atracción espontánea que sentimos por ciertas personas, como también muchos otros detalles de nuestra vida diaria a los cuales no damos mayor importancia debido a la costumbre. El método seguido por la naturaleza para asegurar nuestro desarrollo consiste en extraer lo valioso, dejando de lado los detalles; al igual que los detalles, los cuerpos mueren y se desintegran, pero las lecciones aprendidas a través de ellos permanecen.

Resulta útil comparar al Ego con un actor que participa en muchos roles diferentes, expresando parte de sí mismo en cada uno de ellos y utilizando todo el poder y la habilidad derivados de la experiencia de sus actuaciones anteriores, pero borrando tales papeles de su memoria por completo para poder representar su nuevo papel de la mejor manera posible. La famosa actriz Helen Hayes, por ejemplo, ha comentado que antes de empaparse del nuevo personaje que ha de representar, trata de limpiar la mente por completo de los roles que ha representado anteriormente; de otra manera no podría realizar una representación adecuada. Por cierto que recuerda los papeles que le tocó representar antes, ya que de ellos deriva su habilidad para representar adecuadamente su nuevo personaje; pero este nuevo rol requiere otro diálogo y otra personalidad. El Ego funciona de manera similar, recordando la memoria de vidas pasadas y desarrollando en cada una de éstas la habilidad para utilizar en forma crecientemente eficaz sus nuevas oportunidades de encarnación.

Hay por cierto personas que han desarrollado la habilidad y la sensitividad para recapturar recuerdos de vidas pasadas en su presente encarnación, pero normalmente tales individuos rehusan discutir sus experiencias en este sentido por temor que se les malentienda. Desafortunadamente existen personas cuya imaginación les hace ver lo que no existe en este respecto. Debido a ello se considera apropiado no solo guardar tales experiencias para sí, sino también ejercitar la más escrupulosa objetividad en lo que respecta a la facultad para recordar incidencias de vidas anteriores, ya que el tiempo y nuestras propias actitudes invariablemente determinarán su valor y exactitud.

En lo que respecta a nuestras futuras encarnaciones, se nos dice que existen tres factores que son determinantes en las circunstancias del próximo renacimiento de la persona. En primer lugar tenemos la Ley de la Evolución que tiende a ubicar al Ego encarnante en circunstancias que favorezcan el desarrollo de cualidades de las cuales carece, y en las cuales tenga oportunidad de aprender nuevas lecciones y desarrollar poderes aún no presentes en su actual estado de desarrollo. Pero esta ley opera dentro de los límites de otra ley fundamental: la de Causa y Efecto, que es la ley de justicia impersonal. Puede que las acciones anteriores del individuo hayan sido tales que le hayan hecho acreedor a las mejores oportunidades de avance; o tal vez hayan sido de menor mérito, en cuyo caso tendrá que conformarse con menos. Este es el segundo factor. El tercero es que la encarnación deberá ocurrir en un lugar y tiempo en donde pueda encontrarse con Egos con los cuales haya formado lazos de amor u odio, o de haber dañado o ayudado a otros en el pasado distante. Siempre se da la oportunidad de curar viejas heridas y de pagar deudas contraídas, de obtener compensación por daños recibidos inmerecidamente, o de desarrollar talentos frustrados en vidas anteriores debido a causas aún más anteriores. Todos estos factores deben ser considerados al enfrentar el Ego una nueva encarnación, pero sean cuales sean las circunstancias de ésta última, la ley funcionará imperturbable, imparcial y beneficente en la prosecución del desarrollo y avance del individuo, laborando constantemente para hacerle alcanzar la meta de perfección que éste persigue.

Cuando nos hacemos conscientes de esta verdad, se nos hace más fácil enfrentar la vida con todas sus alegrías y vicisitudes, sabiendo que dependemos fundamentalmente de nuestro propio esfuerzo para construir un futuro mejor no solamente para nosotros individualmente, sino también para nuestros congéneres.

El diagrama incluido en esta lección ilustra de manera gráfica las rondas de reencarnación a través de las cuales el Ego toma diferentes cuerpos en vidas sucesivas, desarrollando de esta manera la totalidad de su potencial. Más allá, en las regiones espirituales, permanece la Mónada Divina, fragmento inmortal de la Vida Una Universal que es el Ser eterno, el Dios en cada ser humano.





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