Curso Introductorio a la Teosofía (31) Tema 4: La Re-encarnación -2
Se nos dice que el ser humano es una inteligencia espiritual, una chispa de la Vida Divina encerrada en cuerpos de materia de diferente densidad, y que viene a la Tierra exclusivamente con el objeto de aprender. Para ello se hace necesario que pase por una larga sucesión de vidas a objeto de desarrollar sus poderes latentes a través de una dura lucha contra las circunstancias y en una red de relaciones e interacción con otras Almas que se encuentran en el mismo proceso. A través de estas vidas en cuerpos físicos el Alma va ganando conocimiento y experiencia que posteriormente transforma en facultades y poderes entre una encarnación y otra para ir ganando en estatura espiritual. Este proceso de transformar las experiencias en poderes puede ser comparado con el proceso de nuestra digestión, en el cual la comida que ingerimos es transformada químicamente por nuestro sistema digestivo e incorporada a nuestra corriente sanguínea en forma de aminoácidos y otros elementos que el cuerpo necesita para continuar viviendo, proceso que conocemos como asimilación. La vida escolar puede también ser utilizada como ejemplo si comparamos los períodos de estudio en los cuales nos llenamos la cabeza de información que posteriormente nuestra mente va transmutando en entendimiento y conocimiento de manera prácticamente sub-consciente, al igual que el proceso de nuestra digestión que ocurre automáticamente y sin intervención directa de nuestra voluntad.
De modo similar ocurre en el mundo celeste la transmutación de la experiencia ganada en el mundo físico a un nivel que está más allá de nuestra consciencia física objetiva, permitiendo así al Alma retornar a la vida física más sabia y mejor equipada para lo que le resta de aprendizaje en grados más avanzados. Ocasionalmente una encarnación puede redundar en fracaso debido a que el Ego no consigue influenciar la personalidad lo suficiente para lograr su completa cooperación, en cuyo caso el progreso no sería apreciable. De hecho, a veces se retrocede un poco cuando las oportunidades de avance son desperdiciadas, lo que equivale al alumno que en la escuela debe repetir el grado por no haber estado dispuesto a estudiar como correspondía. Pero a la larga nada se pierde, porque el fracaso es también educativo y puede ser trocado en triunfo mediante renovado esfuerzo en una encarnación futura.
Una equivocación desafortunadamente frecuente es la de confundir la doctrina de la Reencarnación con la teoría de la trasmigración. Esta última postula la entrada del alma humana en un cuerpo animal. Tal cosa estaría sin embargo en abierta contradicción con la ley natural de la evolución. Como hemos podido apreciar en las lecciones anteriores, la Mónada humana nunca ha sido otra cosa que humana, ya que al comienzo del ciclo de involución debe esperar pacientemente hasta que el planeta produzca – mediante la evolución de las formas – cuerpos lo suficientemente refinados y desarrollados para expresar consciencia humana. Resulta entonces inconcebible que en una etapa posterior a aquella en la cual comienza a encarnar, súbitamente haga lo que nunca ha hecho aún en su estado de máxima inmadurez: utilizar el cuerpo de un animal como vehículo permanente. La vida que ha sido individualizada en el reino humano no puede regresar al reino animal. ¡Suponer tal cosa equivale a aceptar la idea de que un bebé recién nacido puede volver la matriz de su madre y transformarse nuevamente en embrión!
Las almas menos evolucionadas son comparables a los alumnos de los grados más bajos de la escuela. Y aquellos que se van aproximando a su “graduación” son aquellas que empezaron a encarnar antes que la primera. En éstas últimas el grado de avance puede también ser resultado de la forma efectiva como aprovecharon sus oportunidades de aprendizaje, tal vez con mayor dedicación que otras. Es importante recordar, sin embargo, que tanto el peor de los criminales como el más elevado de los santos albergan en sí la misma semilla de Vida Divina, y que las posibilidades de hacerla germinar son idénticas para ambos. La diferencia entre ambos está determinada por el hecho del que el alma del criminal con toda probabilidad empezó a encarnar mucho después del alma del santo y aún le queda mucho por recorrer del camino ya recorrido por éste último. O también puede ser que su aprendizaje haya sido más lento que el de su hermano. Más aún, dadas las características del proceso, es perfectamente posible que el criminal haya aprendido alguna cosa que al santo aún le queda por aprender, ya que este tipo de aprendizaje no sigue líneas fijas sino que funciona en base a variantes.
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