"Curso Introductorio a la Teosofía" (28) Tema 12: La Cuestión del Mal -2

Cuando el ser humano, el Ego, inició su larga jornada evolutiva era inocente e ignorante, es decir, era incapaz de establecer juicios morales. En el simbólico “Jardín del Edén” del Génesis (que simboliza aquel estado de inocencia inconsciente), no tuvo noción de la enormidad de la tarea que tenía por delante, como tampoco de los factores que habría de emplear para estimular o demorar su progreso hacia la meta establecida. Pero una vez que “comió del fruto del árbol del bien y del mal, conoció su desnudez…”. Tales frases son solo un símbolo mitológico utilizado para expresar una verdad: el despertar del Ego a la consciencia de su Yo y al conocimiento de las dualidades entre las cuales debía empezar a elegir. Ya no pudo contar con la excusa de la ignorancia y la inocencia. Y este fue un paso inevitablemente necesario para llevarle al mundo de la experiencia auto consciente, la lucha y el aprendizaje a través del dolor.

Dejó para siempre su paraíso de éxtasis inconsciente, y el conocimiento del Árbol de la Vida y la necesidad de tener que volver a encarnar repetidamente son ahora parte de su futuro.

Volverá, sin embargo, a encontrar su paraíso perdido, pero ahora en un estado de éxtasis consciente, el Edén ganado mediante su propio esfuerzo.

De hecho, la historia de Adán y Eva (Génesis, 2:4), es un conjunto de símbolos a través de los cuales los hechos y principios del comienzo del proceso evolutivo han sido representados por personas. Veamos: Adán, (hombre, en inglés Man, es decir, Manas, el Pensador), representa al Ego o Alma en el drama de la Creación. Eva (madre) es la personalidad mortal que procede del Ego (la costilla de Adán) y mediante la cual éste logra la experiencia consciente.

La serpiente es la personificación del deseo que tienta a Eva (la personalidad), y a través de ésta a Adán (el Ego), a la actividad que busca experiencia y conocimiento, y consecuentemente a la pérdida de la ignorancia y la inocencia respectivamente. Abel a su vez representa el lado espiritual de la personalidad, Caín el lado inferior, terrestre.

Puesto en otras palabras, el espíritu, sumergido en la materia, es finalmente avasallado por la naturaleza física, lo cual provoca “la caída” del hombre. Caín, es decir, la naturaleza inferior, vaga hacia la tierra de Nod (el Plano Físico), su contacto consciente con el espíritu cortado y teniendo que trabajar la tierra. El significado raíz del nombre Caín es “artesano”, en este caso queriendo ilustrar la tarea del hombre de moldear la materia física trasformándola en instrumento útil y lograr mediante ella su glorioso destino final.

Ahora bien, el primer hijo de Caín fue Enoch, nombre que significa dedicación o conocimiento. Sólo mediante las limitaciones y restricciones impuestas por la materia densa despierta el conocimiento. El hijo del Enoch es Irad, que significa “vigilante”. Es decir, que con la experiencia producto del conocimiento también nace la capacidad para mantenerse en guardia contra la debilidad moral.

El resultado queda simbolizado en el hijo de Irad, Mahujael, “el disciplinado” o “sometido a Dios”. El hijo de éste, Mathusael, es el “hombre de Dios”, y el hijo de Mathusael, Lamech, implica “fuerte” o “poderoso”. Claramente podemos ver aquí el significado alegórico del mito del Génesis. La experiencia y el conocimiento conllevan la vigilancia: la vigilancia conlleva la auto disciplina, y la disciplina produce al hombre de Dios, que es fuente de poder. Tal es, puesta de manera sucinta, la historia de la evolución del Alma. El pecado original es simplemente la ignorancia; la meta y victoria final, el retorno a la naturaleza Divina innata, fuente de todo poder.

Cuando comenzamos a comprender el verdadero significado de la evolución, la existencia del bien y del mal deja de parecernos un misterio. Bueno es todo aquello que trabaja en armonía con la Naturaleza; malo todo aquello que trabaja contra ella. En las etapas iniciales de la evolución humana, la gratificación del deseo fue una de las tendencias principales heredadas del reino animal por el hombre, reforzada por la mente pensante concentrada en sí mismo. Pero hallando que la satisfacción de los deseos no trae placer duradero, el hombre aprende gradualmente a conquistarlos en vez de satisfacerlos, o mejor dicho, a transmutarlos de forma más y más elevada hasta que la sed de realidad espiritual llega a ser el deseo principal. Pero debemos comprender que es mediante el deseo expresado en diversos niveles más los esfuerzos realizados por el ser humano para satisfacerlo, que tiene lugar el desarrollo de fuerzas y capacidades que posteriormente le ayudarán a alcanzar su meta espiritual.

De esto puede deducirse que aquello que es bueno en una etapa, se hace decididamente inconveniente en otra posterior. Lo que es bueno para un individuo puede ser obstáculo para otro que necesite otro tipo de experiencia de acuerdo a su necesidad evolutiva individual. Características de tipo agresivo tales como la avaricia y el egoísmo, que a cierto nivel de desarrollo constituyen un estímulo para el Ego inmaduro, se tornan inconvenientes cuando obstaculizan la cooperación y la unidad, características de una etapa más avanzada. El egoísmo, por ejemplo, ha sido comparado con un andamio, necesario durante la construcción del edificio pero que, siendo feo y antiestético, se le retira cuando la construcción está terminada.




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