"Curso Introductorio a la Teosofía" (24) Tema 11: El Poder del Pensamiento.
El Poder del Pensamiento.
Se nos dice que el ser humano genera tres grandes fuerzas, a saber, Pensamiento, Deseo y Acción, y que de éstas es el Pensamiento la que tiene efectos de mayor significación e importancia. Claramente, el pensamiento origina la acción, y puede ser el guía o dictador del deseo. Aún aquellos que no se molestan mucho en pensar podrán llegar fácilmente a la conclusión de que el pensamiento es – considerando la evidencia ofrecida por la telepatía y otras manifestaciones similares – una forma de energía similar a la electricidad. Y, como toda energía, el pensamiento puede ser utilizado con diferentes propósitos, para hacer la vida más grata o más cómoda, o también para destruirla.
Pero como la energía en acción trae inevitablemente la correspondiente reacción, nos resultará útil saber con precisión qué es el pensamiento y cómo podemos guiarlo y controlarlo.
La Teosofía mantiene que no son el cerebro ni la mente los que piensan y almacenan conocimiento. Esta afirmación puede parecer sorprendente para quienes nada saben de ocultismo. Pero en esta ciencia se da por sentado que el verdadero pensador no son ni la mente ni el cerebro, sino el Ego espiritual, nuestro Yo Superior, que es, según se afirma, el verdadero hombre. La mente es solo el instrumento utilizado por éste a través del mecanismo físico que es el cerebro para poder expresar pensamiento a nivel físico. No hay que confundir pues al Pensador con los medios o instrumentos que éste utiliza para pensar. Ello equivaldría a confundir al violinista con el violín.
Es un hecho científico establecido que, al pensar, generamos ondas vibratorias que reproducen las vibraciones del objeto en el cual pensamos. El pensamiento habitual, con el cual estamos familiarizados, trae consigo respuesta inmediata y precisa en nuestro cerebro. Pero si pensamos en algo nuevo no familiar para nosotros, la respuesta será lenta e inadecuada debido a que nuestro cuerpo mental (o mente) no está acostumbrado a las vibraciones de aquello que no le es conocido; en otras palabras, no está familiarizado con aquella frecuencia vibratoria.
Se explican así las dificultades que casi todos experimentamos cuando iniciamos el estudio del ocultismo. El ansia interna de buscar respuesta a los misterios de la vida nos impele a sumergirnos en aguas de conocimiento nunca antes exploradas, pero nuestro cuerpo mental tiende a rechazar las nuevas ideas debido a su carencia de familiaridad con ellas. Para estudiarlas de manera efectiva debemos derribar nuestras ideas preconcebidas, cosa no fácil a veces debido al arraigo que hemos establecido con ellas. No poseemos los “surcos” mentales apropiados, y al tratar de utilizar los que hemos utilizado hasta el momento no nos sentimos cómodos. De ahí la tendencia a rechazar ideas nuevas, actitud típica en el individuo corriente. Para lograr éxito, la mente precisa cavar nuevos surcos, y esto se logra sólo mediante el estudio tenaz y persistente que irá gradualmente familiarizando la mente con las nuevas ideas. Un cierto grado de flexibilidad mental es también absolutamente necesario, ya que quien se aferre a sus ideas por motivos emocionales o simplemente porque “le gustan”, no obtendrá el menor éxito en este esfuerzo.
Los efectos del pensamiento se dividen en dos grupos, a) aquellos que actúan sobre el individuo mismo, y b) aquellos que actúan fuera de él. Los efectos sobre el individuo mismo, sobre el Pensador o Ego serán, en primer término, el establecimiento de hábitos vibratorios mediante la constante repetición de pensamientos en su cuerpo mental, y, en segundo lugar, los efectos producidos sobre sus cuerpos causal y astral.
En su cuerpo astral, estos efectos consisten generalmente de emociones momentáneas. En el cuerpo causal, sin embargo, tales pensamientos tienen una influencia permanente sobre el carácter del individuo vida tras vida.
Con respecto a los efectos que los pensamientos del individuo tienen fuera de él, se nos dice que éstos se imprimen en el plano mental, irradiando vibraciones que construyen formas que flotan en la materia mental y a las cuales la Teosofía llama “formas de pensamiento”. De ahí podemos deducir la importancia del pensar correcto y constructivo, ya que éste no solo construye reacciones físicas y emocionales que se hacen prácticamente automáticas, sino que además imprimen en el cuerpo causal cualidades que en la próxima encarnación del Ego pasarán a ser parte integral de su personalidad.
Un pensamiento suficientemente intenso tiene gran poder, y puede llegar a provocar en la “atmósfera” mental el equivalente de una violenta explosión en la atmósfera terrestre. Más aún, debido a que esos focos de energía que llamamos cuerpo mental y cuerpo astral existen en nosotros compenetrados y en interacción, las vibraciones provocadas por nuestros pensamientos afectarán considerablemente la atmósfera astral (emocional) de manera similar al efecto que el viento tempestuoso tiene sobre las olas del mar. A su vez, las emociones agitadas tienen un gran efecto sobre la materia sutil del plano mental y, naturalmente, tales vibraciones afectarán a todos aquellos que se encuentren suficientemente cerca, de modo similar a como las agitadas olas del mar afectan y sacuden al barco que navega en ellas.
Ejemplo típico de esta interacción es la reacción que conocemos como “pánico colectivo”. Si en el interior de un teatro repleto de gente alguien se asusta por lo que cree ser un principio de incendio y perdiendo control corre hacia la salida gritando “¡Fuego!”, quienes les rodean reaccionarán de manera similarmente emocional porque pensarán que algo en extremo peligroso está ocurriendo. Este impacto emocional será de tal magnitud que oscurecerá momentáneamente la racionalidad, provocando una estampida de público hacia las salidas. En una situación como esta, la poderosa emoción del temor y la mente actúan conjuntamente, la una estimulando la otra, como ocurre continuamente durante nuestra vida diaria, aunque en grado menor.
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