"Curso Introductorio a la Teosofía" (11) Lec. 3: Vida después de la Muerte - 3

La existencia astral sin embargo no es eterna. Toda persona, no importa cuán abyecto su tipo de vida en la Tierra, es eventualmente purgada de sus deseos emocionales inferiores, las capas de su cuerpo astral desintegrándose una tras otra hasta dejarlo constituido exclusivamente por material astral sutil y elevada, confiriendo de este modo una existencia grata y feliz al individuo por el resto de su vida astral.

Se nos dice que de los siete sub-planos astrales, los tres superiores constituyen algo similar a los aspectos hermosos y gratos de la vida en el plano físico, aun cuando de mucha mayor belleza, colorido y vitalidad que éste último debido a la naturaleza sutil y brillante de los niveles astrales superiores. El Ego es ahora capaz de manifestarse en tales niveles porque tanto sus pensamientos como sus emociones han sido purificados y refinados al punto que ya no existe en ellos materia mental y astral grosera que responda a deseos bajos o pensamientos impuros. Existe, sin embargo, una importante diferencia entre la vida astral y la vida terrestre: los pensamientos son visibles en el mundo astral, y el engaño y la hipocresía son imposibles porque a cada individuo se le ve y se le percibe exactamente como es. La comunicación entre las personas se realiza de manera al presente indescriptible para quienes estamos aún en el plano físico, toda vez que allí el lenguaje no existe en los términos en que lo entendemos en éste último. El mundo astral ha sido llamado “el universo sin obstrucción” debido a que la materia que lo compone es tan fácil de manipular que basta con pensar en algo para materializarlo en el acto. Lo desconcertante para el Ego recién arribado a este plano es que al dejar de pensar en el objeto en cuestión, éste desaparece.

Se nos dice que aquellos que han hecho su transición desde el Plano Físico al Plano Astral (a quienes la mayoría de la humanidad considera equivocadamente como “muertos”), pueden comunicarse fácilmente con los llamados “vivos” durante el sueño de esto últimos, pero durante las horas de vigilia tal comunicación es imposible debido a que la consciencia del hombre físico esta aún enfocada en el Plano Físico. La forma más eficaz de ayudar a quienes han hecho su transición es a través de oraciones y pensamientos de amor, pidiendo que su paso por los niveles astrales inferiores sea rápido. Los estados depresivos causados por la pena provocada por la partida de seres queridos tendrán un efecto detrimental sobre éstos y deben ser evitados a toda costa por grande que sea el esfuerzo requerido. Es necesario recordar que la persona no está muerta sino que ha cambiado su estado consciente debido a la pérdida de su cuerpo físico. El ignorar esta importante premisa puede incluso demorar el progreso del “fallecido” durante su jornada por la esfera astral.

Al igual que cuando cambiamos de ciudad, yéndonos a vivir a otra en la cual encontramos nuevas amistades y relaciones, nuestros familiares fallecidos encuentran en el Plano Astral nueva compañía que les ayuda en la jornada y nuevas ocupaciones, y es razonable suponer que la duración de la vida astral de cada sujeto en cada sub-plano astral será proporcional a la cantidad de tiempo que el sujeto haya dedicado a actividades similares en el Plano Físico. Los hábitos adquiridos, la disciplina ejercitada, las emociones que han llegado a ser parte de lo más íntimo de nuestro ser, constituyen los “materiales” de los cuales consta la experiencia astral. No es incorrecto entonces afirmar que cada persona crea su propio “cielo” o su propio “infierno”.

Al cabo de un tiempo, el cuerpo astral también muere. Con el paso de los años la persona va quedando más y más distanciada de la prisión de la existencia física y, a medida que las impurezas de la materia de su cuerpo astral van siendo eliminadas, las emociones puras van siendo incorporadas en su cuerpo causal, contribuyendo éstas a la formación de la esencia del verdadero Ser del individuo, su Ego o Alma Inmortal. De acuerdo a la investigación clarividente, la duración término medio de la existencia astral de un individuo es aproximadamente entre 20 y 40 años, y el Ego, al verse liberado de ésta por la desintegración de su cuerpo astral experimenta, se nos dice, una extraordinaria sensación de libertad, aún mayor que aquella experimentada al abandonar su cuerpo físico. A esto parece referirse la famosa “entrada al Cielo” postulada en muchas religiones.

La experiencia en el mundo celestial compuesto de los cuatro sub-planos inferiores del Plano Mental está, se nos dice, caracterizada por un intenso grado de extática felicidad. En este mundo las penas y la maldad son imposibles, porque las vibraciones propias de tales expresiones no encuentran forma de manifestarse en él. Es también un mundo en donde el poder del individuo para lograr sus aspiraciones está limitado solamente por su capacidad para aspirar. Debemos comprender que no se trata solo de un lugar sino más bien de un estado de consciencia cuyas energías vibratorias poseen frecuencias elevadísimas que requieren un tipo de contacto totalmente diferente. Liberado de la necesidad de oír, ver y sentir a través de los órganos del cuerpo físico, el individuo ni siquiera necesita la mayor capacidad que le confiere el plano astral en este sentido. En lugar de ello, experimenta dentro de sí un poder que le permite la comprensión total de cualquier situación de manera por completo integral. Además, le basta con pensar en algún lugar, para encontrarse allí de inmediato. Le basta con pensar en un amigo muy querido, para encontrarse de inmediato en su presencia. Los malentendidos son imposibles en el mundo mental. Es un mundo lleno de luces trepidantes, inundado de color y música, donde el Ego experimenta un estado de felicidad indescriptible, en apariencia rodeado de todos sus seres queridos y capaz de la completa realización de sus mayores aspiraciones. Se nos asegura que mientras nuestra consciencia esté sometida a los cinco sentidos para expresarse, nos será por completo imposible vislumbrar siquiera la gloria inefable de este mundo celestial que en la tradición oculta se conoce con el nombre de Devachán (morada de los ángeles).

En este mundo, que más que tal es un estado de consciencia, el Ego asimila y transmuta en facultades las experiencias y aprendizajes de la vida terrestre. Puede, por cierto utilizar sólo la cantidad de experiencia que ha obtenido, y no podrá involucrarse en actividades que no deriven de tales experiencias; pero mientras más amigos tiene (es decir, mientras más ama), más altruista se hace su devoción y más noble su carácter. Como consecuencia de ello, su permanencia en el mundo celeste deberá extenderse proporcionalmente a la amplia cosecha producto de sus esfuerzos en la vida física.






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