"Curso Introductorio a la Teosofía" (10) Lec. 3: Vida después de la Muerte -2

Conviene también estableces claramente un hecho que puede resultar sorprendente para la mente occidental. A través de la investigación clarividente se ha logrado observar que después de dejar el cuerpo físico, el individuo continúa siendo exactamente lo que era antes de que se cortaran los “alambres”. Enfrenta ahora una aventura que ha debido enfrentar muchas veces en el pasado, el único cambio en él estando determinado por lo que ha logrado incorporar en su consciencia durante su última encarnación. La pérdida de su cuerpo físico es como la pérdida de su automóvil, tiene muy poco que ver con lo que el individuo es intrínsecamente. Continuamos siendo lo que somos, con o sin cuerpo físico, con nuestras virtudes y defectos. Es sólo el uso que hagamos de nuestra próxima encarnación lo que nos hará cambiar, aumentando virtudes y eliminando defectos.

Veamos ahora la parte mecánica del proceso de desencarne o muerte. De acuerdo a las descripciones de clarividentes, al morir el cuerpo físico , el Doble Etéreo, que es la batería que le imparte vitalidad, gradualmente se retira llevando consigo la fuerza vital y los vehículos superiores astral y mental. Queda sin embargo conectado aunque brevemente al cuerpo físico por un hilo magnético de materia etérica conocido como el “Cordón de Plata” (ver Lección 2). Es en aquel momento, cuando ya la consciencia física está por desaparecer, que los eventos de la vida recién pasada desfilan rápidamente en orden inverso frente a la persona, hecho que ha quedado claramente establecido por aquellas personas que han estado as punto de morir pero que han sido vueltos a la vida en el último momento. Finalmente el
Cordón de Plata se rompe y el individuo, envuelto en la luz gris/plateada de su doble Etérico flota brevemente sobre el cadáver físico en un estado de serena inconsciencia. Se nos dice que el proceso de morir no difiere considerablemente de lo que sentimos al quedarnos dormidos excepto que, cuando dormimos, el doble Etérico se mantiene unido al cuerpo físico vitalizándolo y sin romper la conexión magnética que permite el flujo de fuerza vital. Se nos dice que quienes estén presentes en el solemne momento del desencarne de la persona, pueden en realidad serle de mucha ayuda con solo permanecer en silencio y sin manifestaciones emocionales frente a lo que está teniendo lugar.

Después de un lapso que, se nos dice, varía aproximadamente entre 36 y 72 horas, el Ego se desprende del Doble Etéreo, liberándose así en forma definitiva de su atadura física. El Doble Etéreo se empieza entonces a desintegrar, y la consciencia del individuo empieza a enfocarse ahora en su cuerpo astral o emocional, de lo cual podemos deducir que las emociones sobreviven a la muerte del cuerpo físico.

Tal como explicáramos en la lección anterior, las emociones y los deseos se manifiestan con gran intensidad en este mundo más tenue, más sutil que la materia física visible, al cual llamamos Plano Astral. Se trata de una esfera de energía vibratoria con características propias y con sus propias frecuencias. Estas frecuencias están divididas básicamente en siete tipos que conforman los siete sub-planos del Plano Astral, constituyendo materia astral que va desde la más grosera hasta la más sutil. Cuando una persona fallece se sentirá atraída, como es natural, al nivel vibratorio astral determinado por los hábitos e inclinaciones que han caracterizado su vida y que estarán en relación directa con la de la persona en el sub-plano que le corresponde por afinidad. Si las emociones fueron groseras, primitivas, la persona se encontrará de pronto en uno de los subplanos inferiores debido a que sus vibraciones estarán en afinidad con las de ese sub-plano. Por el contrario, si las emociones son elevadas y nobles, el individuo despertará a la consciencia en uno de los sub-planos superiores del Mundo Astral.

Se nos dice que el cuerpo astral tiene una especie de consciencia elemental vaga que, inmediatamente después de la muerte del cuerpo físico y de la desintegración del Doble Etéreo, percibe el cambio. De ese vago estado de consciencia solo emerge una consideración: la de protegerse y resistir una posible desintegración el mayor tiempo posible. Para ello arregla la materia astral que le compone (que en la persona corriente contiene mezclada materia de los siete sub-planos del Plano Astral) en capas concéntricas, ubicando la más densa en el exterior. Es esta capa exterior la que determina el estado de consciencia del individuo después de la muerte y la que le “ubica” en el nivel vibratorio astral que le corresponde. Esto naturalmente representa una especie de prisión que le permite recibir solo las influencias propias de ese tipo de vibración. Gradualmente, sin embargo, la capa exterior se va desintegrando hasta desaparecer, otorgando al individuo el estado de consciencia propio de la capa siguiente. Esta a su vez se desintegra, al igual que las otras sucesivamente, y el estado de consciencia de la persona se empieza a identificar con la materia de los sub-planos superiores, permitiéndole así percibir y vivir la armonía y la belleza de los niveles astrales superiores.

En consecuencia, si una persona ha vivido su vida terrestre de manera depravada, entregándose desenfrenadamente a la satisfacción de bajos deseos y pasiones innobles, ello le significará un período de intenso sufrimiento después de la muerte de su cuerpo físico. Evidentemente en este caso no nos referimos a sufrimiento físico, sino a aquel que proviene de tener que enfrentarse con deseos cuya satisfacción es imposible debido a la ausencia del cuerpo físico, que era el instrumento mediante el cual tales deseos se satisfacían. Obviamente, tal experiencia hará pensar al individuo que se encuentra en el “infierno”. Pero debemos recordar que esta situación no constituye el famoso “castigo” implícito en tal definición, sino simplemente el funcionamiento impersonal de la Ley de Causa y Efecto que da a cada cual el resultado de lo que cada cual ha sembrado; es decir, las causas que hemos iniciado durante nuestra vida terrestre, cuyos efectos tienen lugar posteriormente en la vida astral.

Como es natural deducir de lo anterior, el individuo de gustos refinados, que ha sabido controlar sus apetitos inferiores, no atravesará conscientemente por la dolorosa experiencia emocional antes descrita porque su cuerpo astral no incluirá materia astral que vibre en frecuencias bajas. En lugar de ello, dormirá apaciblemente durante su paso por los sub-planos astrales inferiores, para recuperar la consciencia en los superiores, encontrando allí una vida muy similar a la que viviera en el plano físico.




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