"Curso Introductorio a la Teosofía" (6) Lección 2: Los Cuerpos Sutiles del Ser Humano.

El Ser Humano y Sus Cuerpos.

La idea prevaleciente en algunas religiones es que el ser humano es un cuerpo con un alma. La Teosofía postula en cambio que el ser humano es un Alma con cuerpos; no solo uno, sino varios. Por otra parte, la idea del ateo que sugiere que el ser humano es solamente un cuerpo físico, es equivalente a confundir la casa con la persona que en ella vive. El ser humano, el verdadero ser humano, es la Mónada, un fragmento de la Divinidad, una chispa que surge de la Divina Llama. Recordemos la historia bíblica en la cual Jesús, después de haber expulsado a los mercaderes del templo, dijo a quienes cuestionaron su proceder: “Destruíd este templo, y lo volveré a levantar en tres días…” Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. (Evang. Según San Juan, 2:19, 21). Jesús por cierto hablaba desde el elevado estado de consciencia hacia el cual, de acuerdo con la Teosofía, todos debemos evolucionar; es decir, la Consciencia Crística que ve al cuerpo solo como un vehículo. La semilla de todo poder y sabiduría está encerrada en el cuerpo aguardando florecer, y el ser humano, en el curso de su evolución, debe abocarse fundamentalmente al desarrollo de ese potencial. 

Es indiscutible que solo a través de la limitación se suele desarrollar la percepción. Y es con este objeto que la Mónada se envuelve en diversos grados de materia densa y limitante; puesto en otras palabras, se rodea de campos de energía vibratoria de diferentes velocidades, a los cuales llamamos cuerpos. De éstos, el de vibración más lenta, y por ende el de mayor densidad, es el físico. Conviene nuevamente recordar que la Física contemporánea establece que materia y energía son intercambiables, y que aquello que para nuestros sentidos aparece como algo sólido es en realidad un vórtice de energía vibratoria, por inerte que nos parezca. Puede concluirse entonces que la dureza de una piedra es debida a la intensidad con que se agrupan los átomos que la componen, y esa intensidad está su vez determinada por la velocidad vibratoria con que aquellos se mueven. 

En estos campos de energía en los cuales la Mónada se aprisiona voluntariamente para lograr el pleno desarrollo de su potencial y la expansión de consciencia en él implícita, las frecuencias vibratorias altas coexisten con las bajas sin interferir la una con la otra, de forma similar a las ondas de radio. Todos estamos familiarizados con el hecho de que la atmósfera está repleta de una gran variedad de ondas y de la posibilidad de capturar una con exclusión de todas las demás mediante el simple expediente de sintonizar la frecuencia de la onda deseada en un instrumento ideado para ello: el receptor de radio. 

De acuerdo con la Teosofía, nuestro sistema solar está compuesto de siete tipos básicos de materia o campos de energía vibratoria dispuestos en esferas concéntricas que se compenetran e intercalan, a los cuales se da el nombre de planos: La evolución humana tiene lugar en tres de estos planos: el físico o gravitacional, el astral o emocional, y el mental o conceptual, -y el ser humano posee simultáneamente tres cuerpos hecho de estos tres tipos de materia para poder expresar respectivamente acción, emoción y pensamiento. Estos tres cuerpos son perecederos, y el individuo los renueva en cada encarnación según veremos más adelante (Lección 4). 

Tales cuerpos no deben sin embargo ser considerados como algo fijo y estático, porque no lo están. Sabemos que aunque nuestro cuerpo físico parece el mismo día tras día, de hecho está continuamente cambiando, aunque con mucha más lentitud que los cuerpos astral y mental porque está compuesto de vibraciones mucho más lentas que las de éstos. Los cuerpos sutiles, es decir, el astral y el mental, deben en realidad ser considerados como focos de energía vibratoria que siguen un patrón determinado por las emociones y los pensamientos del individuo, las actitudes que mantiene respecto a la vida y al mundo, y la manera como reacciona ante lo que le acontece. Estos cuerpos pueden ser considerados además como concentraciones individuales de las energías de los planos en los cuales operan. Al morir, el individuo se deshace de ellos uno tras otro, como si estuviera eliminando ropa gastada e inservible, para posteriormente asumir un nuevo conjunto de cuerpos al entrar nuevamente al mundo de la experiencia objetiva o mundo físico para continuar su aprendizaje en la escuela de la vida. 

A objeto de hacer esta enseñanza más clara, nos referimos a los cuerpos por separado, dándoles los nombres antes mencionados, pero cabe recordar que ninguno de ellos está ni puede estar separado durante la vida física del individuo. De hecho, son interdependientes y funcionan como una sola unidad. Bien sabemos que es prácticamente imposible sentir emoción sin pensamiento alguno, o pensar con total ausencia de emoción o deseo. Por otro lado, la ciencia médica actual afirma que tanto los pensamientos como las emociones afectan al cuerpo físico y viceversa. 

Ante la visión clarividente, el cuerpo astral aparece como un ovoide que compenetra y rodea el cuerpo físico. El cuerpo mental ofrece un aspecto similar, rodeando e compenetrando los dos anteriores. Los cuerpos astral y mental son invisibles a la vista ordinaria, pero negar por ello su existencia es como negar la existencia de los rayos X y docenas de otros tipos de ondas igualmente invisibles pero cuya existencia nadie pone en duda. En consecuencia, el estudio de estos cuerpos ha sido realizado en base a la percepción de aquellas personas cuyo entrenamiento y disposición psíquica les permite verlos y analizarlos.

El cuerpo causal, mencionado en la primera lección de este curso, está compuesto de la materia más sutil del plano mental o región mental abstracta, de vibración más alta que la región mental concreta. Se nos dice que el cuerpo causal es el único cuerpo relativamente permanente del Ego espiritual que en él reside, y su nombre proviene del hecho de que en él se almacenan las causas que posteriormente se transformarán en efectos en el mundo visible objetivo. Y al hablar aquí de almacenamiento, no debe pensarse en una bolsa dentro de la cual se amontonan cosas, sino más bien de posibilidades vibratorias o focos de energía dentro del cuerpo causal que pueden coexistir sin interferencia mutua. El cuerpo causal es, en consecuencia, un depósito permanente del tesoro de experiencias que va emanando gradualmente del pensamiento, las emociones y las acciones del individuo en los tres planos en donde funcionan sus cuerpos. A esto se refiere San Mateo al hablar del “Cielo”, aquel lugar en donde “los tesoros no se corrompen” (Evang. 6:19 -21). Este tema será discutido en mayor detalle en las lecciones subsiguientes. 




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