Curso Introductorio de Teosofía. (2) L. 1: El Plan Divino y el Propósito de la Vida.

LECCIÓN 1.- EL PLAN DIVINO Y EL PROPÓSITO DE LA VIDA.

Las explicaciones ofrecidas tanto en esta lección como en las que siguen, tratan de procesos que no son observables en un sentido objetivo. Son explicaciones metafísicas que describen procesos ocultos de los cuales provienen los procesos observables u objetivos. Pero cualesquiera sean las hipótesis científicas del momento acerca de los orígenes del Universo y de la vida (y no olvidemos que [estas han sido modificadas repetidamente a través de los siglos), es indiscutible que la vida y la forma de alguna manera aparecieron en el escenario cósmico. Ello nos permite entonces suponer que en un futuro lejano el Hombre estará en situación de ampliar su capacidad de observación, utilizando métodos más avanzados que le permitirán probar o negar aquello que por el momento debe permanecer como hipótesis. 

Existen, sin embargo, antiquísimas enseñanzas basadas en la investigación directa de aquellos a quienes ha sido dada la posibilidad de explicar esferas de existencia más sutiles que la física, y en ellas se nos dice que lo que percibimos a través de nuestros cinco sentidos es tan solo una fracción de la realidad universal que nos rodea, y que las respuestas definitivas a los misterios de esta realidad yacen, por el momento, fuera de nuestro alcance. Sin embargo, la Mente y la Intuición, no estando sujetas a las limitaciones impuestas por los cinco sentidos, anhelan tales respuestas. O, para expresarlo en otros términos, la Mente pregunta y la Intuición responde; porque es necesario comprender que las dos no son lo mismo aunque dependan la una de la otra y se complementen mutuamente. 

Tres hipótesis respecto al origen y la existencia de la vida y la forma han sido seriamente consideradas. 

La primera, establece que todo lo que existe es resultado de la casualidad, (“una concurrencia fortuita de átomos”, se nos dice), el Universo es un caos sin planeamiento ni organización, y la vida humana es una creación que se produjo espontáneamente y sin razón específica. 

La segunda hipótesis, establece que el Universo bien puede ser producto de leyes naturales bien definidas con respecto a sus 4 procesos físicos; pero esta organización concluye en cierto punto, dejando tras sí una combinación de caos y cosmos, parcialmente ordenada y en parte caótica como resultado. 

La tercera, postula en cambio que el Universo es una organización precisa y ordenada, que la vida es eterna, auto-existente, sin principio ni fin, y que todas las formas que la animan son creaciones de una Inteligencia Divina que opera de acuerdo a leyes perfectamente definidas y establecidas. 

La Teosofía sugiere que esta tercera hipótesis es la que mejor resiste el análisis de la razón, el estudio y la observación del mundo que nos rodea. Considerando que un mínimo de observación de procesos naturales tales como los sistemas planetarios, por ejemplo, deja en claro la existencia de una ley natural en continua operación, y que la percepción del hombre con respecto a la magnitud de tal ley continúa en aumento, la idea de un universo caótico y otro parcialmente caótico y parcialmente ordenado no parece factible. Si en cambio resolvemos aceptar la hipótesis de un universo de ley y orden, ello implica la aceptación de un universo con significado, es decir, con un propósito. La pregunta que sigue es entonces: ¿Cuál es el propósito de la existencia del Universo? La Teosofía responde que el propósito no es otro que el de proveer el escenario y los medios para procurar la transformación de nuestras posibilidades latentes en poderes activos. 

El plan concebido para llevar a cabo este desarrollo se manifiesta en el proceso que llamamos evolución (del latín evolvere, que significa desenvolver), y consiste en el desenvolvimiento o desarrollo de la consciencia a través de experiencias en formas (cuerpos) primitivas inicialmente, pero más y más refinadas a medida que la consciencia evoluciona haciéndose más refinada. 

De lo anterior podrá observarse que la Teosofía va más allá de la teoría de Darwin respecto a la evolución de las especies, ya que ésta solo se refiere a la evolución de la forma, el concepto teosófico añadiendo el corolario indispensable de la evolución de la consciencia. En otras palabras, la forma existe para que la conciencia pueda expresarse y evolucionar a través de ella. Al comienzo vaga e instintiva, esta conciencia va haciéndose gradualmente más alerta, más clara y más especializada. Poco a poco va siendo capaz de producir vehículos (cuerpos) más sofisticados y sutiles que le van permitiendo mejores medios expresión. El potencial de este proceso no tiene límites, y el factor que lo controla es la vida misma que, a medida que se va manifestando, va también mejorando y adaptando sucesivamente nuevas y más refinadas formas de acuerdo a sus necesidades evolutivas. 

La vida es continua y sin fin: las formas, en cambio, son temporales y perecen cuando el objetivo para el cual fueron creadas ha sido logrado. Creemos útil postular aquí que, de acuerdo con la Teosofía, la experiencia evolutiva tiene lugar a través de muchas vidas vividas alternativamente en cuerpos masculinos y femeninos, en diferentes circunstancias y en diferentes civilizaciones. El propósito tras esta premisa es el de procurar la mayor cantidad posible de diversidad de experiencias a través de las cuales lleva a cabo su proceso de aprendizaje el Alma humana. De ahí el sabio axioma que establece que el planeta es la escuela de Dios, y que el propósito de nuestra vida en él no es la felicidad, sino el aprendizaje. (En esto último tengo mi particular sentir).

El segundo postulado de la Teosofía respecto a la evolución, es que ésta no procede en línea recta hacia arriba, sino que representa la segunda mitad de un movimiento circular cuya primera mitad intitula involución, a saber: 

(Lo siento, no sé copiarlo)

Durante el período involucionario (arco descendente del círculo), la vida “desciende” de un estado puro e indiferenciado (que podría  calificarse de “inconsciencia”) sumergiéndose sucesivamente en estados de materia de mayor densidad. La segunda mitad del círculo (arco ascendente) que propiamente podemos llamar evolución, comienza cuando, estimulada por las restricciones y limitaciones impuestas por la materia densa, la conciencia va despertando gradualmente para comenzar su prolongado ascenso hacia la auto-conciencia y posteriormente hacia estados aún más elevados. Conviene hacer presente que al hablar de “ascenso” y “descenso”, el estudiante no debe pensar en términos de altura o distancia, sino simplemente en sucesivas fases de mayor o menor densidad en el prolongado proceso de la vida en desarrollo. Al utilizar tales términos, la Teosofía se está refiriendo a la asimilación de materia más y más densa (involución), seguida por un gradual cambio a materia menos densa (evolución) de las formas o cuerpos ocupados temporalmente por el Alma a objeto de procurarse experiencias. Este proceso queda simbolizado en la parábola del hijo pródigo que reclamó su herencia y dejó la morada de su Padre, solo para descubrir al cabo de un tiempo que se encontraba disgustado e insatisfecho de su estado “inferior” y consumido por el deseo de retornar a su hogar. 

En Teosofía se nos dice que el universo está compuesto de siete grados básicos de materia manifestándose como esferas de energía vibratoria. La Tierra no es, en consecuencia, una sola esfera, sino siete esferas que se Interpenetran e interactúan. La más densa de éstas es la que conocemos como mundo físico. Nuestros sentidos, claro está, no nos permiten en nuestro estado de desarrollo presente, percibir las otras seis esferas, pero la esfera física en sí nos ofrece un ejemplo de la interpenetración de materias de diferente densidad cuando colocamos en una vasija arena (sólidos), agua (líquidos) y aire (gaseosos), elementos que coexistirán en la vasija formando un todo pero sin interferir mutuamente, es decir, manteniendo cada uno su propia densidad. Conviene aquí recordar que la Física contemporánea nos asegura que materia y energía son una misma cosa manifestándose de diferente manera. No hay pues contradicción al referirse a diferentes estados de materia como grados de energía vibratoria, porque la densidad de la materia está dada por la frecuencia vibratoria de los átomos que la componen.  

A éstos siete grados básicos de materia se les da el nombre de planos o mundos, siendo en realidad campos de energía manifestados en el escenario cósmico en el cual evoluciona el hombre a través de la experiencia individual y colectiva. En las lecciones que siguen trataremos de ellos en mayor detalle. 


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