Conocimiento de Si Mismo (60) Capítulo XX: Naturaleza de la Devoción - 2

Sería bueno tratar aquí algo que a veces perturba a muchos aspirantes. Acaba de decirse que un devoto puede adorar a Dios en cualquier forma que sea de su gusto. Muchos se preocupan innecesariamente con respecto a la forma que han de escoger para desarrollar su devoción. Lo cierto es que la forma no importa, con tal de que atraiga al devoto y sea tal que puede despertar en él solamente emociones y pensamientos puros y santos. Donde hay muchas puertas que conducen al santuario interno de un templo, qué importa por cuál de ellas entramos si nuestro objetivo no es detenernos en la puerta sino entrar hasta la presencia de la Deidad!

Aunque lo pongo de esta manera tan sencilla, este es un punto muy importante y debiéramos tratar de profundizar en él y comprender la significación interna de la afirmación de que la forma hacia la cual se dirige la devoción no importa mucho. A fin de comprender esto, debiéramos tratar de entender bien que el amor es un estado de la mente, mientras que la forma de la Deidad o del objeto de adoración es meramente una imagen en la mente. Ahora bien, lo que realmente importa para producir una fusión de la mente del devoto y el objeto de su devoción, no es la imagen sino el estado de la mente, el cual es bastante independiente de la imagen y no es afectado por la forma de ella. Ya sea la imagen de Cristo o Krishna o Rama o Shiva o Durga o Buddha o un Maestro, no importa. Lo que importa es la intensidad de la devoción, la entrega de sí mismo y la pureza de la mente; esto es lo que capacita al devoto para unirse con el objeto de su devoción, y atrae sobre él la gracia y bendición de dicho objeto. Pues al fin y al cabo la conciencia del devoto no se fusiona con la imagen sino con la Conciencia representada por esa imagen. La unión no ocurre en la región de la mente concreta inferior de nombres y formas, sino en la región de la conciencia, en el nivel inferior del plano de Buddhi. La imagen se trasciende y desaparece en esta unión.

Cuando meditamos, la imagen sirve meramente como un foco para la conciencia, por medio del cual ésta se eleva y la gracia y bendición o poder fluye en respuesta. Es como una puerta a través de la cual tiene lugar una comunicación; pero Aquel a quien el devoto busca está al otro lado de la puerta y hay que cruzarla para llegar a él. Se verá pues que la forma de la imagen es de importancia secundaria, y que su valor y significación dependen enteramente de las aspiraciones y atracciones que evoque gracias a impresiones pretéritas de esta y otras vidas. El estado de la mente, su ‘alertidad’, intensidad de amor, pureza, abnegación, son los factores de importancia primordial.

Esto es así no sólo en nuestra relación con el objeto de nuestra devoción sino incluso en nuestras relaciones humanas ordinarias. ¿Creen ustedes que cuando amamos a alguien, o incluso cuando le hablamos a alguien, estamos amando o comunicándonos solamente con el cuerpo físico externo o con la mente del individuo? En absoluto. El Espíritu está comunicándose con el Espíritu a través de los velos del cuerpo y la mente. Si dudan de esto, traten de imaginar a la persona con quien están comunicándose en el plano físico, como sin su Mónada o el Atma que es el Espíritu animador tras de todos sus cuerpos. Toda la estructura o mecanismo de comunicación queda inoperante cuando el Atma lo abandona, y cesará de funcionar y no significará nada para nosotros. Esto lo vemos en cierta medida cuando los principios superiores abandonan el cuerpo físico en la muerte. El cuerpo que queríamos se convierte en un mero conglomerado de materia que no nos interesa nada. Es el Atma o el Espíritu tras del juego de vehículos el que conoce y también el objeto de nuestro amor, y también el que ama. Esta idea está expresada muy bellamente en uno de los Upanishads que traducido libremente dice:

“No por amor a la esposa se quiere a la esposa, sino por amor al Ser. No por amor al esposo sino por amor al Ser se quiere al esposo. No por amor al hijo, sino por amor al Ser, se quiere al hijo”. Y así continúa repitiendo esta afirmación con respecto a otras relaciones humanas, para imprimir la idea en la mente del lector Puede verse la importancia fundamental de esta afirmación. Aunque nos imaginamos que todas nuestras relaciones son al nivel personal, son en realidad al nivel del Espíritu, y los vehículos que intervienen son meramente velos que ocultan a los participantes en las acciones y reacciones que tienen lugar. 

Esto muestra que el objeto de nuestra devoción no es la imagen en nuestra mente sino la Vida Universal y la Conciencia Divina que se ocultan tras ella y tras de toda clase de imágenes. Por eso es que Shri Krishna dicen en el Bhaga vad-Gita que él acoge a todo devoto por cualquier camino que se le acerque o bajo cualquier forma en que el devoto le adore.

Pero claro que mientras estamos viviendo todavía en la región de nombres y formas no hay razón para desaprovechar la ventaja de la atracción y respuesta que estos nombres y formas particulares despiertan en nosotros capacitándonos para fortalecer nuestra devoción. No es necesario que nos preocupemos por seleccionar la forma hacia la cual dirigir nuestra devoción. La que nos atraiga naturalmente y despierte nuestra devoción, es la forma que nos conviene.

El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:






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